jueves, 14 de diciembre de 2017

El Sueño del Faraón y la Explicación de Iosef (Miketz)



El Sueño del Faraón y la Explicación de Iosef “Y sucedió, al término de dos años, que el Faraón soñó, y he aquí que estaba parado junto al río” (Bereshit 41:1) 

 “Y las siete espigas magras engulleron a las siete espigas sanas y llenas. El Faraón despertó y he aquí un sueño” (Ibíd. 7) 

 El Faraón soñó y ese sueño se repitió una segunda vez y él no sabía qué significaba el sueño. Llamó a todos los magos, a todos los consejeros y sabios para que descifraran el dilema del sueño. 
Ellos le ofrecieron algunas explicaciones (por ejemplo, que tendría siete hijas), pero ninguna de ellas convenció al Faraón ni logró tranquilizarlo (Ialkut Shimoni Bereshit 147). 

Entonces, el Jefe de los Coperos le contó al Faraón que en la cárcel había un preso judío que sabía interpretar los sueños. De inmediato llevaron a Iosef delante del Faraón, como está escrito: “Y lo trajeron apresuradamente de la prisión, no sin cortarle el cabello y cambiarle las ropas, tras lo cual fue llevado ante la presencia del Faraón” (Bereshit 41:14). Iosef explicó que el sueño se refería a siete años de abundancia a los que seguirían siete años de hambruna. La Torá nos cuenta que esta explicación satisfizo al Faraón y en consecuencia nombró a Iosef Virrey y le entregó su anillo. Si prestamos un poco de atención, no podemos dejar de sorprendernos. 

¿Cómo sabía el Faraón que ésa era la solución correcta de su sueño? ¿Por qué las palabras de Iosef lo convencieron más que las de todos sus sabios y magos? 

Lo normal es que antes de darle un trabajo a alguien, uno averigüe bien de quién se trata. ¡Cuánto más debería ser así con relación al reinado! Aquí se trataba de un esclavo joven, hebreo, acusado de haber intentado abusar de la esposa de su amo… Y de pronto el Faraón lo coloca casi a su misma altura… ¿Cómo es posible? Iosef HaTzadik, el Pilar del Mundo Para poder entenderlo, primero vamos a analizar lo que dicen los libros sagrados respecto a que Iosef siempre se conducía con un mismo pensamiento: “He puesto al Eterno siempre delante de mí” (Tehilim 16:8). 

A cada instante, cuando estaba en la casa de su padre y especialmente después de ser vendido a los ishmaelitas y llegar a la casa de Potifar, Iosef siempre tenía ante sus ojos la Presencia de Hashem. Así está escrito al comienzo del Shulján Aruj: “Ésta es una regla muy importante en la Torá y la cumplen los justos que van por los caminos de Hashem, como está dicho: ‘He puesto al Eterno siempre delante de mí’. Porque la persona no se sienta ni se comporta igual cuando está sola en su casa como cuando está frente a un gran rey; ni se expresa de la misma manera cuando habla con su familia que cuando está en la corte del rey. 

Cómo se sentirá, entonces, cuando comprende en su corazón que el Rey de reyes, el Santo Bendito Sea, está parado frente a ella y ve todos sus actos… De inmediato se sentirá inundada por un profundo temor y se rendirá por miedo a la vergüenza de estar frente a la Presencia Divina a cada instante”. 

Hay una gran diferencia entre saber que hay un rey afuera, en algún lado, y saber que está aquí dentro del palacio. Aunque la Presencia de Hashem está en toda la tierra y en todo el universo, se siente más dentro de un Bet Hamidrash, porque allí reposa la Presencia Divina. Por eso, al estar en la calle la persona debe llevarse consigo esa sensación del Bet Hamidrash para que lo acompañe en todos sus caminos. Mientras Iosef estuvo en la casa de su padre, recibió de él la Torá de Shem y Ever, y vivió la realidad de la Presencia de Hashem de manera cotidiana. Todo eso influyó en él aun cuando fue un esclavo. La Explicación de la Prueba con la Esposa de Potifar El versículo dice: “Él entró en la casa para desempeñar su labor” (Bereshit 39:11). Discrepan Rav y Shemuel: “Uno dice: para cumplir con sus labores diarias y el otro dice: para satisfacer sus necesidades con ella” (Sotá 36b, lo trae Rashi). 

Rashi agrega que Iosef vio la imagen de su padre y así fue como se salvó de pecar. Podemos decir que “la imagen de su padre” alude también a su Padre Celestial, tal como decimos: “Nuestro Padre, Nuestro Rey”. Si es así, Hashem mismo se reveló delante de Iosef y por ende no pudo pecar. Una opinión considera que la prueba era tan grande que ya no podía superarla: el deseo lo dominó, pero entonces tuvo ayuda del Cielo y vio la imagen de su padre. Éste es un punto sobre el que se debe meditar, ya que hay muchas personas que llegan a situaciones de prueba muy difíciles pero no tienen el mérito de ser salvados con una revelación como la que tuvo Iosef. ¿Por qué Iosef tuvo este mérito? Como ya explicamos, Iosef vivía cada momento con la conciencia de que estaba delante de Hashem. Por lo tanto, se entiende que al llegar a una situación de prueba tan difícil de superar se le presentara la imagen de su padre. Iosef siempre se había esforzado por sentir la Presencia Divina y por ello mereció que ahora Hashem se le revelara para salvarlo. 

Esto mismo ocurre con cada uno de nosotros: el mérito de la Torá puede salvarnos pero si no conseguimos superar las pruebas que se nos presentan y caemos una y otra vez, que Hashem no lo permita, eso demuestra que Hashem no está con nosotros. Esto sucede cuando la persona no se esfuerza por tener siempre a Hashem frente a sus ojos. Eso fue lo que dijeron nuestros Sabios: 
“La persona comete una transgresión; luego la repite una y otra vez hasta que finalmente le parece que es algo permitido” (Ioma 86b). Dice el Midrash (Bereshit Rabá 87:7 y Sotá 36b) que el esperma de Iosef le salió de entre las uñas, porque el Ietzer Hará lo atacó con todas sus fuerzas. 

 De inmediato, Iosef clavó las uñas en la tierra y por eso se llamó tzadik iesod olam (pilar del mundo), porque no provocó ningún defecto a su brit milá. Como mérito por esto, Iosef representa la cualidad (midá) de iesod, que es el tzadik sin fallas. Esto es lo que Hashem quiso enseñarnos con todo este episodio tan extraño, en que el esperma de Iosef salió de una manera no natural: que la persona siempre debe pedir no llegar a un momento de prueba. Probablemente Iosef pensó que a él nunca le ocurriría algo así, y –aunque se salvó de pecar- todo esto tuvo consecuencias no tan buenas. Por eso pedimos: “No nos pongas en una situación de prueba” (Shajarit –Rezo Matutino- Hamaavir shená). 

Además, Iosef tuvo el mérito de salvarse pero no todos lo tienen. La Razón por la Cual fue Aceptada la Interpretación de Iosef He aquí un aprendizaje para todas las generaciones: cuando la persona cumple las ordenanzas de la Torá, su rostro da testimonio de ello. Como está escrito: “Vean este hombre, qué bellos son sus actos”. La Guemará en Ioma (86 a) dice que el rostro de una persona bondadosa refleja su bondad. Así también el versículo: 
 “La sabiduría del hombre hace resplandecer su semblante” (Kohelet 8 a), afirma que en el rostro de la persona se puede ver su esencia. La persona que siente la Presencia Divina da testimonio de esto en su rostro, como está escrito: “Y habitaré dentro de ellos” (Shemot 25:8). Las primeras palabras de Iosef al llegar al palacio del Faraón fueron: “Eso no procede de mí; Hashem será Quien responda por el bienestar del Faraón” (Bereshit 41:16). 

 En su primer encuentro con el máximo representante de la klipá, Iosef le anuncia: Yo soy solamente un enviado de Hashem, mi realidad es totalmente inexistente frente a Hashem. El Faraón percibió que Iosef vivía sus palabras a cada instante. Cuando alguien tiene la verdad delante de sus ojos, es imposible negarla. Cuando vemos a un tzadik, vemos a Hashem, como está escrito: “Y todos los pueblos de la tierra verán que se te llama por el Nombre del Eterno y te temerán” (Devarim 28:10). 

El genuino judío es aquél que posee semejante temor al Cielo que hace que todos los pueblos le teman porque ven en él la perfección del ser humano, en quien reposa la Presencia Divina. Y así se cuenta de los grandes del pueblo de Israel, que les infunden temor incluso a los ángeles. Cuando el Faraón vio que Iosef era verdaderamente temeroso de Hashem y que todo su ser reflejaba pureza y santidad, entendió que debía escucharlo. Iosef es llamado tzadik; este título no es igual a cualquier otro que pueda darse a una persona y que representa algo ajeno a su personalidad. La tzidkut era su realidad, su comportamiento y sus cualidades, tal como dice el versículo: “E irá tu justicia (tzidkeja) delante de ti” (Isaías 58:8). 

Ahora podemos entender por qué el Faraón aceptó las palabras de Iosef, porque incluso el máximo representante de la klipá pudo sentir que Hashem hablaba a través de Iosef, quien se convirtió en una carroza real para llevar a la Presencia Divina, tal como él mismo afirmó: “Eso no procede de mí; Hashem será Quien responda por el bienestar del Faraón”. Ésta es la verdadera explicación del sueño, el origen del sueño: de Quién proviene… de Hashem mismo. Dice el versículo acerca de Iosef: “Y pregonarán delante de él: ‘¡Abrej!’” (¡Arrodíllense!) (Bereshit 41:43). 
El término abrej proviene de la palabra hebrea berej (rodilla). 

Generalmente se utiliza la palabra abrej para referirse a quienes se dedican al estudio de la Torá. De aquí aprendemos que el abrej no puede limitarse a recibir Torá, sino que debe convertirse en alguien diferente, al igual que Iosef, quien en todo su ser y todo su comportamiento ponía de manifiesto su cercanía con la Presencia Divina. Y como ya mencionamos, la Guemará al final del tratado de Ioma dice: “Vean este hombre, qué bellos son sus actos”. Una Experiencia Personal En una ocasión participé en una cena anual para recaudar fondos para una institución de Torá. (Gracias a Hashem también en una época tan difícil como la nuestra podemos hacer algo para apoyar la Torá). 

En esa reunión me encontré con Marán HaGaón Rabi Aharón Leib Shteineman –que viva muchos buenos años-. De acuerdo con la manera en que me educaron, según la cual se debe honrar a los grandes de la Torá y a los Sabios, le besé la mano. Había allí un judío que me formuló dos preguntas: primero, por qué besé la mano del Rab y segundo, por qué, si nuestras propias instituciones estaban atravesando dificultades económicas, yo venía a ayudar a otras instituciones. Pensé que había una misma respuesta para ambas preguntas: allí donde está la verdad es donde debemos estar y a ella debemos apegarnos. Por eso, cuando está presente un grande de la Torá, un sabio y tzadik, le besamos la mano. Así nos enseñaron en Marruecos a apegarnos a la verdad. 

Y ésa era la misma razón por la cual estaba presente en esa cena. A pesar de que yo me dedico a las instituciones establecidas en honor a mis antepasados, la Torá estaba allí, la Torá es la verdad y eso nos lleva a que sintamos la necesidad de apegarnos a ella y participemos en esa clase de eventos. Algo similar ocurrió cuando me encontré con Marán Harav Shaj zt”l. 

Yo le besé la mano y él me miró asombrado, como preguntándome qué estaba haciendo. Le contesté que así me habían educado en la casa de mi padre y que lo hacíamos para apegarnos a la verdad. Tengo en mi posesión una prenda que vistió Marán Harav Shaj, que la recibí de su nieto, el Rab Isasjar Bergman. Cada víspera de Shabat la saco y la miro con atención, porque es la ropa de un tzadik verdadero, de alguien que vivía con la verdad. 

 Cómo se convirtió en un tzedoki Iojanan Cohén Gadol La Guemará cuenta que Iojanán Cohén Gadol cumplió su servicio durante ochenta años y finalmente se convirtió en un tzedoki (Berajot 29 a). ¿Cómo pudo suceder algo así? No sólo eso, sino que el pueblo de Israel volvió a sus raíces, a su buen comportamiento gracias a él, porque la pequeña vasija de aceite que encontraron los jashmonaim después de derrotar a los griegos tenía su sello y los jashmonaim mismos eran sus descendientes. ¿Cómo es posible que a pesar de todo se haya vuelto un tzedoki? Sobre esto dijeron los Sabios: “No confíes en ti mismo hasta el día de tu muerte” (Avot capítulo 2 mishná 4). 

En la Kabalá y en los libros sagrados (Toldot Iaakov Iosef, Emor 11, en nombre del Arizal) dice que la razón que llevó a Iojanán Cohén Gadol a convertirse en un tzedoki fue que comió sin santidad. No comió para corregir y rescatar las chispas de Divinidad de la manera debida y eso fue lo que lo hizo caer. 
Para entender esto debemos prestar atención a las leyes relativas a pará adumá (la vaca bermeja), que purifica a los impuros e impurifica a los puros. 

 El Cohén que purifica a los impuros con sus cenizas queda impurificado (Ioma 14a). Con ayuda del Cielo explicaremos cómo funciona: la razón por la cual el Cohén se impurifica es debido a que en el corazón se le despiertan pensamientos de orgullo por ser él quien purifica a un gran número de miembros del pueblo de Israel. Éste es un pensamiento indebido y defectuoso; por eso la Torá decretó que inmediatamente después de que el Cohen salpicara a quienes venían a purificarse, él mismo se volviera impuro, para que en su corazón no pensara que por su propio poder él lograba purificar a los impuros sino que, por el contrario, él mismo quedaba impurificado por sus propios actos. 

 Al parecer, Iojanán Cohén Gadol también tuvo pensamientos de esta clase, que le colocó el Satán en el corazón, respecto a que era su propio sello el que certificaba la pureza del aceite que encontraron los jashmonaim; además él mismo era el progenitor de la familia de los jashmonaim y ya hacía ochenta y dos años que oficiaba como Cohén Hagadol, por lo que era evidente que tenía cualidades y fuerzas espirituales. Este pensamiento rebaja el nivel de nuestro servicio Divino y es posible que a esto se refieran las palabras de los Sabios respecto a que Iojanán Cohén Gadol pecó en la comida. 

 Es posible que haya pensado que la importancia de la comida se debía a que él era el Cohén Gadol y que tenía un nivel espiritual tan alto; por eso ni se le ocurrió pensar que debía corregir y rescatar las chispas de divinidad ocultas en los alimentos. Esto es lo que dijeron los Sabios: “No confíes en ti mismo hasta el día de tu muerte”. 

La explicación profunda de estas palabras, como ya dijimos, es: no pienses que eres alguien importante, que tienes un valor intrínseco que ha de existir “hasta el día de tu muerte”, porque en ese momento podrás comprender que no valías nada, que eres “polvo de la tierra”. Gracias a Hashem a menudo tengo la oportunidad de encontrarme con tzadikim, que vivan muchos buenos años. 

Al verlos, uno puede ver y sentir claramente que estos hombres se anulan por completo a sí mismos y huyen de la honra y la gloria, porque saben que su elevado nivel se debe a que lograron comprender que todo lo que tienen no les pertenece sino que lo recibieron de Hashem. Por eso llegaron adonde llegaron. Iehudá se acercó a él Ahora podemos entender todo lo sucedido entre Iosef y sus hermanos, ya que hay muchas preguntas respecto al comportamiento de Iosef con ellos. 

El versículo dice: “Iehudá se acercó a él” (Bereshit 44:18). 
El Midrash (Bereshit Rabá 93:7) explica que Iehudá rugió con tanta fuerza que hizo temblar a todo Egipto. De aquí se entiende cuál era la fuerza de Iehuda, cachorro de león. También el resto de las tribus tenían fuerzas increíbles. Entonces, ¿por qué se quedaron callados hasta el momento en que Iosef quiso tomar a Biniamin, que fue cuando rugió Iehudá? De acuerdo con lo que explicamos acerca de las bases de la “verdad”, podemos decir que los hermanos sintieron que Iosef no había pecado y que se anuló a sí mismo delante de Hashem. Lo mismo que percibió el Faraón cuando Iosef dijo: 
“No procede de mí, Hashem será Quien responda por el bienestar del Faraón” (Bereshit 41:16), convirtiéndose a sí mismo en portador de la Presencia Divina, es lo mismo que percibieron los hermanos de Iosef, obviamente en un grado mucho mayor. Ellos mismos lo admitieron al afirmar: “Hashem ha hallado el pecado de tus siervos” (Bereshit 44:16). 

 Esto se debió a la verdadera perfección que había logrado Iosef. Los hermanos sintieron que habían pecado al venderlo y por lo tanto Iosef –quien había sido inocente- podía castigarlos. Un aspecto sorprendente de esta historia es que los hermanos de Iosef recién lo refutaron después de haberle dicho diez veces “tu siervo, nuestro padre” sin que Iosef los corrigiera, afectando de esta manera el honor de Iaakov, lo cual para Iosef era un pecado (Ialkut Shimoni, Bereshit 151). Recién entonces ocurrió que “Iehudá se acercó a él”. Y entonces Iosef les reveló a los hermanos su identidad. 

 Tzadik, Pilar del Mundo 

 Ahora entendemos con claridad que la razón por la cual el Faraón aceptó la interpretación que Iosef le dio a su sueño fue que sintió que Iosef tenía un halo de verdad, tal como lo afirmó el mismo Iosef: “No procede de mí, Hashem será Quien responda sobre el bienestar del Faraón”, es decir que se consideraba un enviado y no se consideraba a sí mismo un sabio ni confiaba en su propia capacidad para interpretar los sueños. 

 Es maravilloso ver la manera en que Iosef comprendió que todo lo que le sucedía provenía de Hashem mismo y cómo su sueño se iba convirtiendo en realidad. Al convertirse en Virrey y ver a sus hermanos prosternándose ante él, Iosef entendió que no era una mera casualidad, sino que todo estaba cuidadosamente dirigido por la mano de Hashem y que –por lo tanto- nadie podía detenerlo. Esto continuó hasta que, de acuerdo con su nivel, pecó al no defender el honor de su padre, y entonces Iehudá le dijo: “Pues tú eres como el Faraón” (Bereshit 44:18), así como puedo vencer al Faraón también puedo vencerte a ti. Les Mostró Que Estaba Circuncidado Rashi (Bereshit 45:4) agrega que Iosef les mostró a sus hermanos que estaba circuncidado y es necesario entender por qué eso era una prueba, ya que era posible que hubiera nacido circunciso. 

Pero la explicación es que les demostró que no pecó y que cuidó la santidad del brit. Podemos decir que la persona orgullosa provoca un defecto en su brit, porque el prepucio que se le quita en la circuncisión lo une con Hashem. Pero cuando la domina el orgullo, la persona dice: “Yo y Él no podemos vivir juntos” (Sotá 5a). 

Si ése hubiera sido el estado de la persona en el momento del brit milá, la circuncisión no se habría podido llevar a cabo. Esto es lo que Iosef mandó decirle a su padre: “Informen a mi padre de toda mi honra en Egipto” (Bereshit 45:13). “Mi honra” es el brit milá, es decir que Iosef había cuidado el Pacto con Hashem; que todo su honor era obra de la mano de Hashem. Esto explica también el hecho de que Iosef le enviara a su padre carretas (agalot), aludiendo a lo último que había estudiado con su padre: egla arrufa (Bereshit Rabá 94:3). 

De esta manera le informaba a su padre que siempre se había mantenido fiel a la Torá y a Hashem. Y no sólo eso, sino que los nombres de sus propios hijos se referían a esta realidad: Efraim –pru urbú beTorá (incrementó la Torá) y Menashé, que tiene las mismas letras que la palabra neshamá (alma), aludiendo a que no impurificó su alma ni la santidad de su brit. Son igualmente maravillosas las palabras que pronunció Iaakov Avinu al ver las carretas que envió Iosef aludiendo a su estudio de la Torá. Iaakov dijo: “Od Iosef Jai” (Iosef todavía vive). ¿Qué significa “vive”? No hay vida fuera de la Torá, como está escrito: “Porque el que Me encontrare hallará la vida” (Mishlei 8:35). 

 Así fue como Iaakov entendió que Iosef siguió viviendo de acuerdo con la Torá y recién entonces pudo alegrarse verdaderamente. Las carretas representaban el “honor” de Iosef, porque ése es el verdadero honor, como está escrito: “El sabio heredará la honra” (Mishlei 3:35). 

 Resumen  

Es necesario entender por qué el Faraón aceptó la interpretación que le dio Iosef a su sueño si antes había rechazado todas las explicaciones que le ofrecieron sus propios sabios. Esto se debe a que Iosef era un tzadik, pilar del mundo, que siempre tenía presente que la Presencia Divina estaba ante él. Iosef se esforzó siempre por sentir la Presencia Divina, incluso mientras fue esclavo en Egipto. 

 Debemos entender la importancia que esto tiene respecto a la gran prueba que Iosef debió superar con la esposa de Potifar. 
De acuerdo con una opinión, Iosef tuvo la intención de cometer la transgresión y en ese momento se le presentó la imagen de su padre (dijimos que esto alude a su Padre Celestial), lo cual evitó que pecara. Esta revelación la tuvo en mérito de que reconoció la Mano Divina en todos sus caminos, tal como Iosef mismo manifestó delante del Faraón: “Eso no procede de mí, Hashem será Quien responda por el bienestar del Faraón”. 

 Debido a que incluso el Faraón percibió la sinceridad de las palabras de Iosef, aceptó su explicación de los sueños y entendió que Hashem Mismo le estaba revelando la respuesta. Iojanán fue Cohén Gadol durante ochenta años y luego se volvió un tzedoki. ¿Cómo es posible que ocurriera algo así? En las leyes de la Torá referentes a la Vaca Bermeja, la misma acción que purifica a los impuros impurifica a los puros; es decir, al Cohén que purifica al pueblo. 

 Explicamos que esto evita que el Cohén piense que es él quien con sus fuerzas espirituales purifica al pueblo, ya que él mismo se vuelve impuro. Aparentemente ése fue el pecado de Iojanán Cohén Gadol, lo que finalmente lo llevó a convertirse en un tzedoki: el haber pensado que sus logros se debían a su gran nivel espiritual, que “Gracias a mi fuerza y el poder de mi mano…”. Teniendo en cuenta todo esto, se entiende lo ocurrido entre Iosef y sus hermanos. Cuando los hermanos de Iosef se presentaron delante de él, le temieron y aceptaron el castigo, hasta el momento en el que “Iehudá se acercó a él”. 

¿Qué fue lo que cambió en ese momento? La razón por la cual los hermanos se rebelaron fue porque Iosef no los corrigió cuando oyó que ellos decían “Tu siervo, nuestro padre”. Y enseguida después de esto “Iehudá se acercó a él” de una manera agresiva. Así se explica también por qué les mostró que estaba circuncidado, para manifestar que había cuidado la santidad de su brit, que no había ningún “prepucio” que lo distanciara de su Padre en los Cielos y que todo el tiempo había estado unido al Creador, porque siempre había tenido claro que la Presencia Divina se encontraba a su lado.

RABBI DAVID HANANIA PINTO


       

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