martes, 24 de octubre de 2017

LAS SEFIROT (Parte I)


Diez sefirot de Nada, diez y
no nueve, diez y no once
Séfer Yetzirá 1:4


Diez y no nueve…
Las sefirot son las modalidades básicas en que se expresa el poder creativo del Dios. En este sentido, constituyen la estructura interna y configuración de los Olamot, las dimensiones espirituales. Es a través de las sefirot que el Creador interactúa con el universo. Estas modalidades representan el puente que une a Dios con Su Creación. Todo lo que ocurre en el universo lo hace a través de las sefirot. No obstante, las sefirot no son Dios. Desde la perspectiva de Dios, incluso las sefirot son belí ma, “la nada”, o más literalmente, “sin sustancia”.
Las sefirot se reflejan en el ser humano y, gracias a eso, él participa de lo Divino. Los Maestros de la Kabalá enseñan que las cualidades más básicas del nivel emocional humano son el amor y el temor. Juntas, estas dos cualidades permiten que el ser humano interactúe de forma significativa con el mundo que lo rodea. Al igual que todos los demás rasgos que se derivan de ellas, estas dos cualidades constituyen un reflejo de las cualidades que el Creador utiliza para regir y dirigir el universo. Estas cualidades se corresponden con siete de las diez sefirot: Jésed (Amor), Gueburá (Retención), Tiféret (Armonía), Nétzaj (Dominio), Hod (Empatía), Yesod (Fundamento) y Maljut (Hegemonía).
Las facultades mentales de los seres humanos también constituyen un reflejo de la Inteligencia que Dios utilizó para crear el universo. Esto significa que el ser humano tiene la capacidad para explorar las leyes fundamentales y la lógica de la Creación. Estas facultades se corresponden con las dos sefirot superiores, Jojmá (Sabiduría) y Bíná (Inteligencia).
No obstante, la facultad más elevada del ser humano es la voluntad. Es por medio de su voluntad que él, en última instancia, decide cómo va a pensar, sentir o actuar. Es gracias a su voluntad que él es capaz de alzarse por encima de las presiones internas o las circunstancias externas. Es por esta razón que la voluntad humana se corresponde con la sefirá más elevada de todas: Kéter (Corona).
Si uno intentara describir al Creador, se sentiría tentado de afirmar que Él es voluntad pura. Esto sería muy similar a decir que Él es “espíritu” o “amor”, pues estas descripciones y otras semejantes lo que hacen es intentar definir a Dios utilizando características humanas. Pero si hay que utilizar algún aspecto humano, el más adecuado sería el de la voluntad, ya que éste constituye la base subyacente a todas las demás facultades humanas.
Este es el significado de lo que el Séfer Yetzirá dice en el sentido de que las sefirot son “diez y no nueve”. Pues si dijéramos que Dios es Voluntad (Ratzón), entonces la sefirá de Kéter (Corona) sería idéntica con Dios, y sólo quedarían nueve sefirot. Pero si afirmamos que hay diez sefirot, entonces incluso la Voluntad suprema no es más que una sefirá y es completamente inferior al Creador.
El Séfer Yetzirá también advierte: “Diez y no once”. Este enunciado enseña que el Creador mismo, que es el Ser Infinito, no debe ser incluido entre las sefirot. Si lo fuera, tendríamos once sefirot en vez de diez.

Expresiones antropomórficas
En muchos lugares, la Toráh habla del Creador como si tuviera un cuerpo humano o compartiera cualidades humanas. En numerosos versículos hallamos expresiones tales como “los ojos de Dios”, “los oídos de Dios”‘ y “la mano de Dios”.” El texto bíblico nos dice literalmente que el Creador ve, escucha, huele y camina. Se le atribuyen cualidades tales como voluntad, sabiduría, verdad, bondad, clemencia, justicia, fuerza, e incluso emociones tales como la alegría y la cólera. En todos estos casos, la Torah utiliza expresiones antropomórficas para describir al Creador. Puesto que Él obviamente no tiene forma física y no puede ser pensado en términos materiales, ¿qué significa la utilización de estas expresiones antropomórficas?
La explicación simple de por qué la Biblia emplea expresiones antropomórficas es que “Dios toma en préstamo expresiones relativas a Sus criaturas para describir Su relación con el mundo”. Dios sólo puede hablarnos en un lenguaje que nosotros seamos capaces de entender, y por eso la tradición talmúdica enuncia la regla de que “la Toráh habla el lenguaje de los seres humanos”. Esto significa que puede utilizarse una alegoría física para expresar una relación filosófica profunda entre Dios y la Creación. Así, por ejemplo, cuando la Torah habla de los “ojos” de Dios, está aludiendo al hecho de que Él es consciente de todo lo que ocurre en el mundo. Cuando habla de Su “mano”, se refiere al hecho de que Él manifiesta Su poder y Su providencia al guiar el destino del mundo. En un sentido similar, cuando habla de la “alegría” o la “ira” del Creador, lo que hace es atribuirle las mismas emociones que nosotros sentiríamos si hiciéramos lo mismo. Sin embargo, ninguna de estas expresiones pretende implicar que el Creador tiene un cuerpo o una forma, o que Él cambia de decisión o experimenta sentimientos distintos de un momento a otro. Ese tipo de expresiones no son más que alegorías que se refieren a Su poder y a los efectos de Su acción, tal como nosotros los experimentamos.
Obviamente, la explicación anterior se fundamenta en el hecho de que realmente no podemos decir nada acerca de Dios mismo. En tanto que Creador de todo lo que existe, el Ser Absoluto es completamente distinto de todos los seres creados. Él existe más allá del tiempo y el espacio, y por ello no podemos adjudicarle ningún concepto asociado al cambio. Él no participa de nada mundano, y por eso no podemos aplicarle ninguna cualidad física. Él quizá emplea diversas cualidades para regir Su universo, pero estamos obligados a afirmar que Él es más que la suma total de todas ellas. Incluso fenómenos tan elevados como el amor, la verdad o la justicia son, a final de cuentas, no más que conceptos creados que solamente pueden existir dentro del ámbito de la sociedad humana. En cambio, cuando pensamos acerca del Creador, lo concebimos en un plano mucho más elevado que cualquiera de todas esas cosas.
Por otro lado, al describir la creación del ser humano, la Toráh dice: “Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. A imagen de Dios lo creó; masculino y femenino los creó” (Bereshit 1:27). Muchos comentaristas bíblicos interpretan éste y enunciado similares, en un sentido alegórico, y explican que quiere decir, por ejemplo, que el ser humano se asemeja al Creador en el sentido de que posee facultades intelectuales y es capaz de actuar con libre albedrío, al igual que Él. La razón de esto es obvia, ya que, ¿qué clase de “imagen” podemos adjudicar al Creador? ¿Y cómo podríamos decir que Él es masculino o femenino, o ambos a la vez?
No obstante, si recordamos que Dios creó una dimensión espiritual con el propósito de manifestarse al ser humano, todas esas expresiones adquieren un significado totalmente nuevo. En efecto, ahora la “imagen” de Dios ya no se refiere a Él mismo -dado que Él está más allá de cualquier tipo de descripción-, sino a la estructura o modelo conceptual básico que constituye la base de toda la Creación: las sefirot.
Son las sefirot lo que hace posible que el Dios infinito y trascendental interactúe con Su Creación, ya que son ellas las que nos permiten hablar de la inmanencia divina en la Creación -es decir, lo que Él hace en el mundo-, sin tener que referirnos directamente a lo que Él es. Es en este sentido que las sefirot constituyen la clave del significado preciso que se halla detrás de los términos antropomórficos de la Biblia, ya que nos hablan acerca de los actos de Dios. Y es también en este sentido que se puede decir que el ser humano fue creado “a imagen y semejanza de Dios”. La razón de esto es que con eso el ser humano es concebido como un microcosmos del poder creativo de Dios. El hombre es un microcosmos de las sefirot.
Esto también explica por qué los profetas visualizaron ciertas descripciones antropomórficas de las sefirot sólo después de recibir la advertencia de que el Creador está completamente separado de cualquier tipo de visualización. Pues sólo así fueron capaces de hablar de Dios como si Él pensara, sintiera y actuara como un ser humano. Esas descripciones antropomórficas de ningún modo pretendían referirse a Dios mismo, sino al modo en que nosotros lo experimentamos como presencia inmanente en Su Creación.
Esto también explica la razón por la que los Maestros de la Kabalá describieron a las sefirot como realidades que se correspondían con los distintos órganos y funciones del cuerpo humano. Pues es el cuerpo humano, modelado con base en la estructura antropomórfica de las sefirot, el que sirve como paradigma perfecto de las inmensamente variadas fuerzas que actúan en armonía y balance sincrónico en el mundo.
En el cuerpo humano, todos los sentidos y sistemas biológicos son, por un lado, diferenciados, y por el otro lado, completamente interdependientes. Además, el estado de salud físico del ser humano tiene un efecto notorio sobre sus pensamientos y emociones, y viceversa. Del mismo modo, cada sefirá constituye una fuerza o modalidad específica a través de la cual Dios gobierna y sustenta al universo.
Pero al mismo tiempo, cada sefirá funciona en armonía perfecta con cada una de las demás sefirot, y además contiene dentro de sí aspectos de todas ellas.
En última instancia, las sefirot no son Dios. Aun así, nos permiten hablar de la inmanencia divina en este mundo y describirlo en términos de esta relación. Es sólo por intermedio de las sefirot que podemos atribuir a Dios ciertas cualidades y atributos. Es también por medio de las sefirot que Él contrae Su luz y proporciona al ser humano la capacidad para recibir de Él el regalo de la existencia.

La esencia de las sefirot
Las sefirot son generalmente definidas como midot, palabra que literalmente significa “medidas” o “dimensiones” y, por extensión, atributos o cualidades. Es por medio de las sefirot que el Creador limita Su esencia infinita y expresa cualidades específicas que Sus criaturas pueden captar, y con las cuales pueden relacionarse. En este sentido, las sefirot actúan como “filtros”, “vestimentas” o “recipientes” para la luz de Ein Sof que las llena.
La palabra sefirá [ספירה] se deriva de (o está relacionada con) los vocablos hebreos saper [ספר], que significa “expresar” o “comunicar”, y sapir [ספיר] que quiere decir “zafiro”, “brillantez” o “luminosidad’. También está relacionada con la palabra safar [ספר], “numero”, sefar [ספר], “frontera” y séfer [ספר], “libro”. En esencia, todos estos conceptos están ligados entre sí, y apuntan a las dos funciones básicas de las sefirot. Primero, las sefirot son Orot, Luminarias que sirven para revelar y expresar la grandeza del Creador. Segundo, son Kelim, es decir, Recipientes que delimitan y delinean la luz infinita del Creador, haciendo que llegue hasta la dimensión finita, sujeta a ser definida en términos de número y límites.
Esta distinción responde a una interrogante fundamental analizada por los Maestros de la Kabalá. ¿Son las sefirot esencia de lo Divino o son solamente recipientes de Él? En otras palabras, ¿son las sefirot como diez ventanas a través de las cuales podemos percibir lo Divino o son diez instrumentos que el Creador utiliza para dirigir el mundo? El Arizal responde que ambas alternativas son verdaderas en distintos niveles.
Como ya se indicó, las sefirot pertenecen esencialmente al nivel de Atzilut, Cercanía. En esa dimensión se hallan en un estado totalmente indiferenciado. Es por eso que el Séfer Yetzirá se refiere a ellas como las “Diez sefirot de Nada”. En efecto, es en su aspecto de Atzilut que las sefirot pueden ser definidas como diez Luces o “ventanas” a través de las cuales el Ein Sof ilumina a la Creación. No obstante, en el nivel de Atzilut, las sefirot son totalmente abstractas e inefables. Sólo pueden ser descritas en términos de sí mismas y, por lo mismo, no podemos conocer su esencia. Es sólo cuando se refractan dentro de la dimensión de Beriyá, Creación, que somos capaces de siquiera pensar en ellas. Pero no sólo eso, sino que incluso antes de que podamos darles nombre y hablar de ellas como instrumentos separados del poder creativo de Dios, primero deben refractarse doblemente en la dimensión de Yetzirá, Formación. Finalmente, es en la dimensión de Asiyá, Acción, que las sefirot representan la interacción básica que Dios tiene con el ser humano y con la dimensión física.
Así pues, los conceptos básicos de las sefirot adquieren existencia en Atzilut, pero sólo se vuelven manifiestos en los niveles inferiores de la dimensión espiritual. Esto significa que la estructura interna de cada universo está compuesta por las mismas diez sefirot. Conforme el proceso de contracción (Tzimtzum) llega cada vez a mayores niveles de ocultamiento de la luz de Dios, las sefirot se revelan cada vez más como Recipientes separados de lo Divino. Pues es sólo a través de este proceso descendente que la luz del Creador se vuelve accesible para nosotros y, a su vez, nos permite elevarnos y comunicarnos con la infinitud del Ein Sof.

 La estructura de las sefirot
Las diez sefirot son, con frecuencia, descritas en un orden antropomórfico que se corresponde en paralelo con la cabeza y el cuerpo del ser humano. Esta división se basa en el hecho de que las sefirot superiores representan procesos internos (“mentales”), mientras que las sefirot inferiores manifiestan estos mismos procesos hacia el exterior. Es por ello que, al aludir a esta división, las siete sefirot inferiores siguen siendo llamadas Midot, Atributos, mientras que las tres sefirot superiores son definidas como Mojín, Mentalidades. En la obra Tíkuné Zóhar hallamos una alusión a esto. Ahí las sefirot son presentadas en un orden antropomórfico que indica la posición respectiva de cada una de ellas en relación con las demás. El Tikuné Zóhar comienza por describir las siete sefirot inferiores:
Jésed (Amor) es el brazo derecho;
Gueburá (Retención) es el brazo izquierdo;
Tiféret (Armonía) es el tronco del cuerpo;
Nétzaj (Dominio) y Hod (Empatía) son las dos piernas;
Yesod (Fundamento) es el extremo del cuerpo;
Maljut (Hegemonía) es la boca…
Aquí se nos introduce a las siete fuerzas fundamentales de la Creación, que son las siete sefirot inferiores. Jésed, Amor, es el brazo derecho; Gueburá, Retención, es el izquierdo. Tiféret es el tronco del cuerpo situado entre las dos extremidades superiores. Juntas, estas tres sefirot constituyen una triada. Por consiguiente, cuando la Biblia habla de que Dios emplea Su ‘mano derecha”, para bendecir al ser humano o para concederle Su abundancia incluso si sus acciones no lo ameritan, eso se refiere a la sefirá de Jésed. Y cuando habla de la “mano izquierda”, eso alude a la sefirá de Gueburá, mediante la cual Dios restringe Su amor con el fin de juzgar al hombre exclusivamente en función de sus actos. Así, la sefirá de Jésed representa la acción incondicional de “dar”, mientras que Gueburá representa el aspecto de restricción respecto de la capacidad del hombre de recibir el amor de Dios. Por su parte, Tiféret es la combinación de las dos fuerzas primordiales de Jésed y Gueburá. Por esta razón, Tiféret es conceptualizado como el cuerpo mismo del ser humano, ya que representa la armonía perfecta entre el Amor y la Restricción.
Las sefirot de Nétzaj, Dominio; Hod, Empatía; y Yesod, Fundamento, forman una triada similar. Nétzaj está representada por la pierna derecha y, al igual que Jésed, representada por el brazo derecho, denota la acción de sobreponerse a las limitaciones y los obstáculos. Hod está representada por la pierna izquierda y, al igual que Gueburá, representada por el brazo izquierdo, denota ya sea una consideración extrema hacia los demás o una sumisión pasiva. La palabra Hod [הוד] comparte la misma raíz que el verbo lehodot [להודות], y representa la capacidad para agradecer incluso en la adversidad, o admitir y conceder frente a un impedimento. La sefirá de Yesod se halla situada entre las dos anteriores y, lo mismo que Tiféret, representa el balance entre la agresividad de Nétzaj y la acescencia pasiva de Hod.
Por otra parte, mientras que las seis sefirot que van de Jésed a Yesod tienen un carácter masculino, la sefirá de Maljut tiene un carácter femenino. Como veremos más adelante, estas seis sefirot se corresponden con la letra vav [ו] del Tetragrama, mientras que Maljut, Hegemonía, se corresponde con la última letra he [ה] del Tetragrama.
En este sentido, las seis sefirot masculinas son concebidas como las fuerzas básicas que denotan la acción de dar y crear, mientras que la sefirá femenina de Maljut representa la capacidad para recibir. Las seis sefirot se relacionan conceptualmente con los seis días de la Creación y también representan las seis direcciones básicas del universo tridimensional en que nos encontramos: norte-sur, este-oeste, abajo-arriba. Representan las modalidades fundamentales de la acción de extenderse hacia las seis direcciones de la Creación.
La séptima sefirá, que es Maljut, es comparada con el vientre de una mujer: representa la capacidad para recibir, contener y, eventualmente, regresar algo más perfecto y completo. Es por esta razón que se relaciona con Shabat, el séptimo día de la Creación. Es Shabat lo que nos proporciona el poder para asir las fuerzas masculinas de la Creación e integrarlas en nuestras vidas. Maljut constituye también el eje o punto focal situado en el centro de las seis direcciones, en donde, en vez de proyectarnos hacia el exterior, dirigimos nuestro ser hacia dentro e integramos la iluminación espiritual en nuestras vidas.
Las seis sefirot masculinas también están representadas por las seis personalidades principales de la Toráh. Jésed, Amor, representa la cualidad central del patriarca Abraham; Gueburá, Retención, representa la cualidad principal del patriarca Itzjak; y Tiféret, Armonía, es la característica paradigmática del patriarca Yaacob. Nétzaj, Dominio, es la cualidad central de Moshé; Hod, Empatía, la de Aharón, el Kohén (sacerdote); y Yesod, Fundamento, la de Yosef, hijo de Yaacob.
La séptima sefirá está representada por la vida del Rey David. Fue él quien combinó e integró las seis primeras sefirot en su personalidad, y por eso él fue escogido para personificar la sefirá femenina de Maljut, Hegemonía. Él fue capaz de alabar al Creador como la Fuente última de todo el poder que existe en el universo. Es así que no fue coincidencia alguna que el único versículo en la Biblia que contiene una mención explícita de las siete sefirot inferiores fue enunciado por el Rey David:
Tuyos son, oh Eterno, (1) la grandeza [amorosa], (2) la retención,
(3) la armonía, (4) el dominio, (5) y la empatía;
Por (6) todo lo que hay en el cielo y en la tierra;
(7) tuyo es, oh Eterno, el Reino, y Tú eres el que se exalta y es
Cabeza de todo… En Tu mano [izquierda] están el poder
Y la retención, y en Tu mano [derecha] está la grandeza
[amorosa] y el fortalecimiento.
Dibré haYamim 1, 29:11-12
Estas fueron parte de las últimas palabras que el Rey David pronunció antes de morir. A través de ellas, enseño que el logro máximo en la vida reside en el reconocimiento de que el Creador es la Fuente última de todas estas fuerzas. Al llegar a esta toma de conciencia, David se convirtió en encarnación de todas las sefirot y llegó a asemejarse espiritualmente a su Creador.
La obra Tikuné Zóhar prosigue la descripción de las tres Mentalidades (Mojín):

Jojmá, Sabiduría, es el cerebro [derecho], que es la sede del pensamiento; Biná, Inteligencia, es el corazón, donde reside el poder del corazón para comprender. Sobre ellos está escrito: “Las cosas ocultas pertenecen al Eterno, nuestro Dios”.
(Debarim 29:28)
Kéter Elión, la Corona Trascendental, es la Corona (Kéter) de la Hegemonía (Maljut), respecto de la cual se declara: “Yo (Dios] declaro el final (de las cosas] desde el principio”.
(Yeshayá 46:10)
Aquí se nos introduce a la triada superior de las diez sefirot: Kéter (Corona), Jojmá (Sabiduría) y Biná (Inteligencia). La palabra Kéter literalmente significa “corona”, y alude a la cualidad trascendental de la primera sefírá que, al igual que una corona, reposa encima de la cabeza o, desde otra óptica, encierra y rodea el cerebro lo mismo que hace el cráneo. Esto significa que Kéter trasciende tanto a Jojmá como a Biná, y constituye el origen de ambas. Representa el nivel de la Causa Primera que precede a toda actividad creativa.
Dios creó el mundo con sabiduría infinita. La Torah expresa esta idea al decir: “¡Qué tan grandes son Tus obras, oh Eterno! Todas las hiciste con Jojmá [Sabiduría]!” (Tehilim 104:24). Además, la sabiduría siempre está relacionada con el concepto de inicio, en particular con el inicio de la labor creativa de Dios.” No obstante, tiene que existir algo que, por lógica, preceda incluso a la sabiduría. Este es el nivel de Kéter, Corona, el cual precede a la sefirá de Jojmá y representa el primer elemento de la Creación.
Cuando mencionamos el concepto de los Olamot, las dimensiones existenciales, aludimos a la noción de la voluntad profunda del Creador. Mencionamos que el nivel de Adam Kadmón se refiere a la Voluntad primordial que inició todo lo que existe y lo sustenta. En términos de sefirot, este concepto es llamado Kéter Elíón, la Corona Trascendental. Kéter representa la voluntad y el deseo primordiales de crear un mundo para el ser humano.
Además de eso, Kéter representa el propósito último y la meta final hacia la cual toda la Creación se dirige. Es por eso que alude al concepto del fin que reside en forma latente en el principio. Podemos entender esto si concebimos la noción de “voluntad” como causa primera y la idea de “propósito” como su efecto final. La sefirá de Kéter unifica e integra estos dos polos de la existencia.
Es por ello que, al exponer el nivel de Adam Kadmón, citamos la idea de que “la acción completada se halla en el primer pensamiento”. Este mismo concepto se repite en términos de las sefirot. El Séfer Yetzirá dice: “Su final está presente en su inicio, y su inicio está presente en su final”.
A esto se refiere la obra Tikuné Zóhar cuando afirma que “Kéter Elión es la Corona (Kéter) de la Hegemonía (Maljut)”. Al decir eso, vincula la idea de voluntad inicial con la de propósito final y da origen a la relación perfecta de causa-efecto. Esto se basa en la enseñanza transmitida por Dios al profeta: “Yo declaro el final [de las cosas] desde el principio” (Yeshayá 46:10).
Así como Kéter-Corona se corresponde con el cráneo que rodea el cerebro, Jojmá-Sabiduría y Biná-Inteligencia se relacionan con los dos hemisferios del cerebro. Juntos, Jojmá y Biná son descritos como “entes ocultos” porque, al igual que los procesos mentales, sus efectos sólo son perceptibles al ser exteriorizados por las siete sefirot inferiores.
A nivel divino, Jojmá y Biná son concebidos como los procesos abstractos que precedieron a los siete días concretos de la Creación. Esta idea se encuentra aludida en el versículo: “El Eterno fundamentó la tierra con sabiduría [Jojmá], con inteligencia [Biná] estableció el cielo, y con Su conocimiento [Dáat] las profundidades son abiertas” (Mishlé 3:19-20). La Escritura también afirma: “Una casa es construida con sabiduría, es establecida con inteligencia, y con conocimiento sus habitaciones son Llenadas” (ibíd. 24:2-4). En un sentido similar, al citar las cualidades personales de Betzalel, el hombre que fue escogido para construir el Mishkán, el Santuario modelado con base en la estructura de los universos trascendentales, Dios dice: “Yo lo he imbuido con el espíritu de Dios, con sabiduría [Jojmá], inteligencia [Biná] y conocimiento [Dáat]” (Shemot 31:3). Aquí vemos que el plan espiritual que constituye la base de toda actividad creativa se origina en estas sefirot superiores.
Los versículos citados hablan específicamente de tres cualidades: Jojmá (sabiduría), Biná (inteligencia) y Dáat (conocimiento). Como se indicará más adelante al hablar de la sefirá de Kéter, Dáat-Conocimiento funciona en muchos sentidos como una semi-sefirá, y por eso con frecuencia es incluida entre las sefirot en lugar de Kéter. Pero nunca es contada entre las sefirot cuando Kéter está presente.

PARALELOS HUMANOS CON LAS DIEZ SEFIROT
SefirotRepresentación
Física
Representación
Conceptual
Keter- CoronaCráneoVoluntad, Propósito
Jojmá-SabiduríaCerebro DerechoMente, Axiomas
Biná- InteligenciaCerebro izquierdo,
Corazón
Lógica
[Dáat-
Conocimiento]
Cerebro medio,
Columna Vertebral
[Vinculo, Conexión]
Jesed-AmorBrazo DerechoDar
Gueburá-RetenciónBrazo IzquierdoRigor, Justicia
Tiferet-ArmoníaCuerpo, TorsoArmonía, Verdad
Netzaj-DominioPierna/ riñón/testículo
Derechos
Victoria, Resistencia
Hod-EmpatíaPierna/ riñón/testículo
Izquierdos
Sumisión, Majestad
Yesod-FundamentoÓrgano SexualAlianza, Canal
Maljut-HegemoníaBoca, glande del órgano
Sexual, pareja
Recibir, Reciprocidad

El universo de cinco dimensiones
El Séfer Yetzirá describe las diez sefirot como diez direcciones que constituyen la totalidad de la existencia. Estas diez direcciones definen un camino que conduce hasta el Ser Infinito que se halla más allá de Su propia Creación. Aunque el Creador es un Rey que interactúa con Sus súbditos, Él de ningún modo es influido por ellos. Esto es especialmente cierto de la relación que hay entre Dios y las sefirot. Él de ningún modo es afectado o definido por ellas. A esto se refiere el Séfer Yetzirá cuando afirma:
Diez sefirot de Nada:
Su medida es diez; no tienen fin.
Una profundidad de comienzo, una profundidad de final,
Una profundidad de bien, una profundidad de mal,
Una profundidad de arriba, una profundidad de abajo,
Una profundidad de este, una profundidad de oeste,
Una profundidad de norte, una profundidad de sur.
El Amo Singular; Dios, el Rey Fiel,
Domina sobre todas ellas desde Su sede trascendental,
Hasta la eternidad de eternidades.
 Aquí el Séfer Yetzirá define una realidad continua de cinco dimensiones que tienen diez direcciones, dos direcciones opuestas en cada dimensión. Hemos visto ya que el universo físico de tres dimensiones consta de seis direcciones: norte-sur, este-oeste y arriba-abajo. La cuarta dimensión, que es el tiempo, está constituida por dos direcciones, que son el pasado y el futuro, o también, el comienzo y el final. Pero también existe una quinta dimensión, de carácter espiritual y moral, cuyas direcciones son el bien y el mal.
De cada una de estas direcciones se dice que es infinita o ilimitada, y es definida como profundidad: “Una profundidad de comienzo, una profundidad de final, Una profundidad de bien, una profundidad de mal…” En general, la idea de “profundidad” se refiere a algo que se halla a una distancia inmensa, como cuando uno mira dentro de un pozo hondo, atisbando su “profundidad”. Es así que este concepto connota la idea de una gran distancia, tanto física como mental. Por ello, de una idea difícil de entender y, por lo tanto, lejos de la comprensión del hombre, decimos que es profunda.
En la Escritura hay muchos ejemplos de esto. Uno de ellos es: “El cielo para la altura, y la tierra para profundidad, pero el corazón de los reyes es insondable” (Mishlé 25:3). Sobre la sabiduría, el Rey Shelomó dijo: “…es profunda, muy profunda ¿quién podría encontrarla?” (Kohélet 7:24). El concepto de profundidad es especialmente relacionado con lo Divino, como en: “¡Qué tan grandes son Tus obras, oh Eterno; Tus pensamientos son muy profundos!” (Tehilim 92:6). Así pues, las diez profundidades” representan las diez direcciones prolongadas hasta el infinito.
Según ciertos Maestros de la Kabalá posteriores, estas diez profundidades se corresponden del siguiente modo con las diez sefirot:
Kéter-CoronaUna profundidad de bien
Joimá-SabiduríaUna profundidad de comienzo
Biná-InteligenciaUna profundidad de final
Jésed-AmorUna profundidad de sur
Gueburá-RetenciónUna profundidad de norte
Tiféret-ArmoníaUna profundidad de este
Nétzaj-DominioUna profundidad de arriba
Hod-EmpatíaUna profundidad de abajo
Yesod-FundamentoUna profundidad de oeste
Maljut-HegemoníaUna profundidad de mal
Divididas conforme a este orden, las diez sefirot son conceptualizadas como un sistema que consta de cinco pares de opuestos.
Kéter-Corona es la “profundidad de bien”, ya que es la sefirá más cercana al Creador. Por esta misma razón, Maljut, la última sefirá, es descrita como la “profundidad de mal”. Esto no significa que, en sí misma, Maljut sea realmente mala, ya que todas las sefirot son totalmente buenas en un sentido absoluto. Lo que quiere decir es que como Maljut apunta en una dirección que se aleja de Dios, se dice de ella que representa una dirección de mal. Además, Maljut se corresponde con la última letra he del Tetragrama y representa “la mano que recibe”. Esto implica que Maljut es un recipiente de un bien. Así pues, es “mala” solamente en el sentido de que representa la ausencia de un bien.
Puesto que Kéter-Corona se halla en un nivel más allá de nuestra comprensión, el máximo nivel que puede ser captado es Jojmá-Sabiduría. Por esta razón, Kéter es también definido como “eternidad”, es decir, el tiempo infinito que la mente humana no puede penetrar ni sondear. En cambio, Jojmá-Sabiduría y Biná-Inteligencia representan el comienzo y el final del tiempo, la profundidad del pasado y la profundidad del futuro. Al igual que la letra yod del Tetragrama, Jojmá-Sabiduría representa el potencial indiferenciado de la existencia que el Creador desea otorgar. Por su parte, Biná-Inteligencia, que se corresponde con la primera letra he  del Tetragrama, representa la “Mano” que define la existencia o, en este contexto, el futuro que contiene lo que el pasado le ha dado.
Finalmente, en la interfaz situada entre el pasado y el futuro, se encuentra el sistema continuo tridimensional del espacio, la cual consta de seis dimensiones y está representada por la letra vav . Junto con la cuarta dimensión temporal y la quinta dimensión espiritual, constituyen un universo de cinco dimensiones representado por las cuatro letras del Tetragrama [יהוה-y, YHVH].
Sólo después de describir este sistema continuo de cinco dimensiones definido por las sefirot, es que el Séfer Yetzirá se refiere al Creador como el “Maestro Singular”. El término hebreo para “singular” utilizado aquí es Yajid, que denota unidad y unicidad completas y absolutas.
La unidad y unicidad del Creador es absoluta. Él no es como una persona que está compuesta por elementos diversos. Él no es, ni siquiera, como el más simple objeto físico, ya que incluso ese objeto está compuesto de tres dimensiones. Decir que el Creador está delimitado por dimensiones equivaldría a introducir un elemento de pluralidad en su esencia, lo cual contradice Su unidad. Habiendo definido el Séfer Yetzirá el sistema existencial de cinco dimensiones, uno podría sentirse tentado a pensar que el Creador mismo es un Ser de cinco dimensiones. Para excluir esto, el texto enfatiza Su unidad y unicidad. Esto indica que el concepto de “dimensionalidad” no es aplicable en absoluto al Creador. Aunque Él puede relacionarse con el universo como un “Rey Fiel”, Él mismo permanece más allá de nuestra comprensión. En este sentido, la expresión “eternidad de eternidades” apunta a una realidad que se halla incluso más allá de la atemporalidad.
En los siguientes capítulos intentaremos explicar cada sefirá en sí misma, y al mismo tiempo su relación con las otras nueve. No obstante, es preciso enfatizar claramente que cualquier descripción de las sefirot es meramente indirecta y derivativa; no constituye una descripción de su esencia. Si uno se halla en un estado profundo de meditación, podrá ser capaz de experimentar alguna de las sefirot en particular; en caso contrario, es casi imposible explicar cabalmente su significado.
 Aryeh Kaplan

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