sábado, 2 de septiembre de 2017

LAS CONSTELACIONES CELESTIALES



CUANDO D-OS, VOLUNTARIAMENTE, CREÓ AL MUNDO, TODAS LAS letras se le presentaron en orden inverso. 

Fue así como la última letra del Alef Bet hebreo, fue la primera en aparecer. ¿Por qué razón las letras aparecieron en orden inverso cuando la voluntad del Creador era destinada a expresarse de manera física? ¿Qué significó este orden inverso? 

En el libro Iniciación a la cabalá, leemos que el deseo o voluntad de recibir dentro del infinito sufrió una restricción o tzimtzum. 
Esto fue explicado de la manera siguiente: Debido a que el deseo de recibir establecido en el Ein Sof recibía continuamente la beneficencia infinita del Creador, surgió un sentimiento llamado el Pan de la Vergüenza. 

La vasija recibía sin cesar, pero no podía hacer nada a cambio, ya que al Creador —en su totalidad— no le falta nada y, por lo tanto, no posee deseo de recibir. Así, la vasija sintió el Pan de la Vergüenza porque no podía ganarse lo que recibía. La energía metafísica generada por esta situación se manifiesta a sí misma como un sentimiento de culpabilidad que, debido al principio de causa y efecto, conduce a un cese voluntario de la Luz, para que la vasija pueda remediar la ausencia de equilibrio causada por la recepción de aquello que no es merecido. 

Las leyes esenciales concernientes al flujo de energía en nuestro universo son establecidas de esta manera en el proceso de la creación. Entonces, nació la paradoja de las oposiciones. 
La creación de un circuito de energía cósmica opera por medio de un juego de opuestos. A primera vista, parece una contradicción de términos, porque cuando estamos confrontados con opuestos por lo general nuestro enfoque se centra en las diferencias y no en su afinidad. La idea de una unidad intrínseca de opuestos es ajena a nuestra manera de pensar. 

Sin embargo, desde el punto de vista cabalístico, son aspectos diferentes de la misma unidad que todo lo abarca. Por consiguiente, la paradoja debe prevalecer. El recibir requiere del rechazo. El inhalar requiere del exhalar; para tener conexión uno debe aprender el arte y concepto conocido en la Cabalá como la Luz de Retorno. Recibir la energía buscada directamente sin regresarla o rechazarla, es invitar a un cortocircuito. Para que el foco se prenda, el filamento debe, por necesidad, devolver la corriente que es invitada por el polo negativo. 
El rechazo de la energía crea la inteligencia llamada la Luz de Retorno. El renacimiento de la inteligencia toma el lugar del polo negativo y ahora ejecuta el trabajo de la vasija: ¡La paradoja! Una inteligencia creada para el propósito del rechazo de la Luz, ahora asume el papel de recibir la Luz. 

Esta ley esencial que funciona en ambos niveles de existencia, la física El Pan de la Vergüenza requiere del rechazo. Una vez establecida en la red metafísica de la conexión, esta nueva forma de vida inteligente (la Luz de Retorno) proporciona la recepción. La eliminación del Pan de la Vergüenza permite que la energía cósmica se restablezca. Es por esta razón que las veintidós letras aparecieron ante el Creador en orden inverso. 

Hacer su aparición directamente desde la Alef a la Tav, violaría el principio fundamental de la restricción. La forma inteligente de vida de la letra Alef seguida por la letra Bet, indicaría que las inteligencias de las letras no se conformaron a la ley esencial del proceso de la creación. La energía o propiedades cósmicas deben comportarse dentro de la fórmula paradójica del proceso inverso. Las letras energías, supremas en la comunicación cósmica, no hacen a un lado el principio de la Luz de Retorno. 

El proceso para el establecimiento del mundo debía conformarse a las leyes y principios del concepto del Pan de la Vergüenza. Nada pudo violar el aspecto de la restricción o el rechazo universal. Sencillamente, el camino de menos resistencia resultaría en un corto circuito. El circuito cósmico se estableció firmemente como resultado del orden inverso. Por consecuencia, cuando el Creador buscó crear al mundo con las veintidós energías inteligentes, su misma inteligencia dictó que su presentación ante el Creador debiera ser en orden inverso. 

Este orden cósmico fue dictado y establecido de manera firme en el proceso de la creación. El cielo que vemos en una noche clara, ha cambiado muy poco desde los días de Shabatai Dónalo, el Rabad, Aristóteles y Tolomeo. El cielo como fue visto por ellos se percibió igual a como lo ven ahora los astrónomos. De hecho, no son las estrellas las que han cambiado, sino nuestra sed de un entendimiento racional de ellas. Sin embargo, mientras más aprendemos de ellas —cómo cobraron existencia, de qué están hechas, cómo viven y mueren— más nos llenamos de asombro y sorpresa. 

La historia de la astronomía moderna ha sido una odisea que extrae cada vez mayor número de datos sobre cada rayo de luz o rayo cósmico. La investigación diligente a través de los años nos ilumina muchos de los misterios que alguna vez se ocultaban. Una vida entera, aún cuando se dedicara enteramente a la comprensión de los cielos, obviamente no sería suficiente para la exploración de un tema tan vasto. Aún así, en tiempos modernos, por medio de la investigación más asombrosa, los astrofísicos han logrado integrar un expediente sobre la historia de nuestro universo para que ahora podamos tener alguna idea de cómo los universos se forman, viven su vida y, finalmente, mueren. 

La física newtoniana separó al hombre del universo, y así se enajenó . La astronomía reveló un universo tan vasto y antiguo que la humanidad resultó ser de poca o ninguna consecuencia. De no ser por la ciencia antigua de la astrología, aquella conexión tan frágil entre el vasto universo y la humanidad pudo haber sido rota completamente. Ahora, sin embargo, la ciencia del quantum ofrece una nueva perspectiva para el entendimiento del cosmos y, además, los astrofísicos empiecen a redescubrir la conexión íntima de la humanidad con el cosmos. 

De nuevo, percibimos que las leyes naturales más fundamentales aunadas a los actos aparentemente triviales del hombre, nos vuelven a unir a los cielos y a sus orígenes. El hombre ha sido provisto de muchas de las verdades universales, para que éstas lo guíen, a través de la ilusión, hacia la última realidad que todo lo abarca. Toda energía y todas las formas de vida inteligente surgen de esta fuerza única básica. Este flujo primario de vida se dirige y se filtra a través de muchos niveles diversos de conciencia, estableciendo así capas infinitas de inteligencias-energías. 

Sin embargo, no es más que una sola Fuerza expresándose en una multitud sin fin de formas y patrones. En otras palabras, lo anterior significa que la Fuerza se revela a sí misma a través de la continuidad de los eventos por medio de los cuales el hombre puede experimentar la fuente de esta creación. En toda la creación aparece siempre una repetición del mismo diseño. Como el átomo es uno para sí mismo —estructurado como las triadas del Escudo de David— así también lo es el hombre, la tierra y el sistema solar. Puesto que no hay un miembro del cuerpo humano que no tenga su contraparte en el mundo como un todo completo. 

Puesto que el cuerpo del hombre consiste de miembros y partes de varias especificaciones, los cuales actúan y reaccionan, uno sobre el otro, para formar un solo organismo, también el mundo consiste de una jerarquía de cosas creadas. Así como actúan y reaccionan uno sobre el otro, conjuntamente forman un solo organismo. 

La Torá contiene los misterios más profundos y recónditos. Todas las esencias, tanto de los grados altos y bajos de éste y del mundo venidero, se pueden encontrar allí. Del Zóhar parece surgir una revelación impactante sobre un mismo patrón en todas las estructuras, desde el átomo más pequeño hasta la unidad más grande del cosmos. La gran extensión de nuestro universo siempre se revela en el microcosmos. Un juego de leyes universales prevalece y unifica toda la fuerza de vida inteligente en el cosmos. Las energías inteligentes incorporadas en un planeta se manifiestan de manera física dentro de cuatro clases de creación: mineral, vegetal, animal y humana. 

El temor de la desintegración permanente del cosmos, es la pesadilla de los científicos. Incluso, ellos creen que las leyes naturales son como las cartas que se barajan al azar. Otros aceptan que los principios que gobiernan al universo solamente representan una variedad infinita de posibles leyes naturales. El punto de vista cabalístico, entonces, debería ser bienvenido por los habitantes de la tierra ya fastidiados de la tecnocracia. 

Hagan su temor a un lado, porque el equilibrio de la naturaleza se mantiene por leyes universales. 

El Zóhar declara que hay una jerarquía infinita de universos. Aún la partícula más elemental, una vez penetrada, revelaría una galaxia entera dentro de sí misma. A esto se refiere el Zóhar cuando declara: "Porque no hay ni un miembro del cuerpo humano que no tenga su contraparte en el mundo entero". 

Los astrofísicos dicen que los telescopios que orbitan en el espacio prometen revolucionar nuestra comprensión del cosmos. Pero si realmente deseamos una comprensión de lo infinito, debemos olvidarnos del telescopio máximo. Porque todo, y cualquier cosa incluida dentro del universo, es infinito. Nosotros somos infinitos. El infinito se encuentra adentro. Hace muchos millones de años, un evento catastrófico conocido como el "Big Bang", inició el universo físico. El por qué ocurrió permanece como el misterio más profundo enfrentado por la ciencia y toda la humanidad. 

Sin embargo, la mayoría de los científicos aún opinan que el interrogante de ¿por qué ocurrió? carece de sentido. Ellos se preocupan solamente del cómo de las cosas. Desde la perspectiva cabalística, si no se halla la respuesta al por qué de alguna cosa, simplemente se está desconectado de la esencia del asunto. 
El fracaso de la imaginación científica para entender lo crucial de este aspecto del por qué, nos advierte —de una manera falsa— que no podemos basar verdades reales en ideas y hechos tomados de la experiencia. A pesar de los éxitos dramáticos de la ciencia moderna, es ignorancia suponer que las cuestiones fundamentales sobre el propósito del universo han sido contestadas por estos avances recién expuestos. 

Escritos sobre lo paranormal pretenden asegurar que la humanidad puede ejercer ciertas fuerzas sobre materias distantes, pero estas afirmaciones aún no han sido comprobadas científicamente. Sin embargo, las últimas teorías científicas —aquellas sobre la unidad básica del universo— son las revelaciones más significativas de la física moderna. A medida en que la ciencia penetre más adentro de la materia, descendiendo paso a paso hacia el reino de las partículas subatómicas, se ve la misma unidad cósmica expresarse una y otra vez, confirmando de esta manera lo que los metafísicos han sostenido durante miles de años: que el universo es un solo organismo, que vive y respira. 

Las declaraciones de Abraham en El libro de la formación son testimonio viviente de que los constituyentes de la materia, del cosmos, del hombre, del espacio-tiempo, y de los fenómenos primarios que ellos involucran, evolucionaron de una fuerza cósmica básica unificante, el Alef Bet. Entonces, las letras-energías no deben ser vistas o entendidas solamente como entidades distintas y separadas. Nuestra perspectiva fragmentada del universo es una manifestación de nuestra fragmentación interna. 

De hecho, todos estamos conectados con todo el vasto y continuo espacio-tiempo. El mundo físico y el mundo interno son, realmente, los dos lados de una misma moneda. El tejido de todos los eventos y fuerzas de vida inteligente está tramado dentro de una red armoniosa de infinitas interacciones. Según esto, El libro de formación nos indica la existencia de inteligencias superiores. 

Sin embargo, ahora se ha vuelto una posición científica aceptada atribuir la animación física del organismo a la estructura de su molécula ADN y sólo a ello. La primera evidencia de que esto tal vez sería la verdad, surgió de un experimento conducido por Oswald Avery en 1946. En esencia, sus experimentos demostraron que, de todas las moléculas biológicas, solamente el ADN transmite propiedades hereditarias. 

Desde entonces se ha amasado una verificación mayoritaria de su teoría. Podemos modificar otras moléculas en un organismo, como es el caso de las proteínas, pero estos cambios no serán transmitidos a las generaciones subsecuentes. Sin embargo, cuando se modifica el ADN todas las generaciones sucesivas heredan este ADN modificado. Se han hecho experimentos que indican que la única manera de cambiar las instrucciones para construir un nuevo organismo es por medio de la alteración del ADN mismo, y esto también implica necesariamente que esas instrucciones deben, de alguna manera, codificarse dentro de la estructura del ADN. 

De manera semejante, se podría decir que el Alef Bet es responsable por la creación y desarrollo de todo lo contenido dentro de nuestro universo. La relación del microcosmos y del macrocosmos entre sí, se revela de manera sorprendente por el continuo proceso de la creación. Ambos mundos emanan de la misma fuerza de energía de vida inteligente. 
Esta forma de inteligencia ha sido ignorada por la ciencia debido a la fragmentación que resulta de su preocupación de reducir los sistemas en fragmentos. Abraham, en el Sefer Yetzirá, declara que el universo es un todo cósmico. 

El descubrimiento de la estructura molecular del ADN, a principios de los años cincuenta por Francis Crick, corresponde a las ideas presentadas en el Sefer Yetzirá. Tal como la molécula compleja contiene el código genético entero, también el Alef Bet hebreo contiene el código entero de nuestro universo. Este fue el primer ancestro del ADN, la molécula maestra de vida sobre la tierra. Así encontramos que esta revelación moderna sobre el ADN es el resultado inevitable de una lógica y un estudio que ya tienen siglos de antigüedad y que aún se está llevando a cabo en nuestras vidas. A través del Alef Bet podemos hacer contacto con los verdaderos componentes del código cósmico, las leyes naturales y permanentes de nuestro universo. 

Mientras el Alef Bet incorpora las instrucciones codificadas para duplicarse a sí mismo en palabras subsecuentes, el origen de las instrucciones o los mecanismos que producen los códigos genéticos, permanecen un misterio. Sin embargo, en el momento en que nos hacemos las preguntas sobre los orígenes y destinos, nos percatamos de que cualquier respuesta a tales preguntas depende de la historia y el origen de nuestro universo. 

¿Cuál es el origen de la tierra, la luna y el sol? De la misma manera estamos impulsados a hacer las mismas preguntas sobre las galaxias y el cosmos en el contexto de un todo. ¿Quién lo ordenó? ¿Por qué fue dada la orden? Mientras el alcance de este libro no se dirige en sí, extensivamente, a estas preguntas, la teoría del "Big Bang", del Zóhar, escrita hace dos mil años aproximadamente, sí explica en detalle el marco de la creación original. 

Respuestas a estas preguntas han sido el tema de todas las religiones. Sin embargo, ahora las interpretaciones místicas de este evento han sido rechazadas abiertamente por la comunidad científica. Existen muchas preguntas que la ciencia no puede contestar con seguridad basándose únicamente en la teoría y el experimento. El científico — así como todos nosotros— solamente podemos especular. Si no es en la ciencia, ¿dónde entonces, espezamos nuestra investigación sobre el por qué y cómo se originó la vida y el universo? 

En el mundo occidental nuestra presentación inicial a esta pregunta es, comúnmente, a través del relato bíblico de Génesis.
 Sin embargo, la versión bíblica de la creación del universo en siete días, es difusa —exactamente— en qué fue lo que ocurrió. El Zóhar expresa repetidamente que la Biblia entera es un código cósmico. Sin embargo, el Zóhar —para el lector no iniciado— es decididamente difícil de entender. Afortunadamente, el Rabí Ashlag tuvo el entendimiento crucial para poder descifrar cierto conocimiento del universo, por el cual el Zóhar reveló el orden preciso en la creación y en los cielos. Consecuentemente, surgen de narraciones bíblicas aparentemente insignificantes, la interpretación zohárica y cabalística del "Big Bang". 

Como un ejemplo del código bíblico, vamos a examinar el verso que el Zóhar considera la base para la creación original. De manera extraña, este pasaje no es incluido en la descripción original de la creación. "Y Melquizedek, el Rey de Salem, trajo pan y vino".
Cuando el Altísimo decidió crear al mundo, produjo primero una llama de una lámpara centelleante. Sopló chispa contra chispa, causando oscuridad y fuego, y produjo de los recesos del abismo cierta gota que unió con la flama y de los dos creó al mundo. La flama se hundió y se rodeó de la izquierda y la gota se hundió y se rodeó de la derecha. 

Entonces se cruzaron y cambiaron de lugar, subiendo y bajando alternadamente hasta que se entrecruzaron firmemente. Y salió de entre ellos un viento completo. Entonces esos dos lados se hicieron uno y el viento fue puesto entre ellos y fueron envueltos uno con el otro. Y entonces hubo armonía arriba y armonía abajo". El rango fue firmemente establecido. La letra-energía He fue coronada con la letra Vav y Vav con He; así He ascendió y fue unida en perfección cósmica. A esto se refiere en las palabras, "Meljuizedek (literalmente, Rey de la Recitud), Rey de Salem (literalmente, entereza e integridad), lo que es lo mismo, el rey que gobierna con soberanía completa". Puedes ser tan cínico sobre esto como quieras, pero considera los datos. 

En base a esto y otras secciones del Zóhar, el Rabí Isaac Luria y el Rabí Ashlag contestaron confiadamente la respuesta a la pregunta, ¿de dónde vino el universo? "Apareció de un vacío. El universo físico entero es una re-expresión de la simple nada". La intención de este libro es volver la vista atrás hacia los principios del universo y del "Big Bang". La idea presentada en el Zóhar parece ceñirse a la comprensión de aquella chispa de donde todo comenzó. Las letras hebreas proporcionan "la unión cósmica perfecta". Entonces, de acuerdo con la interpretación zohárica, la Biblia es un código cósmico que espera ser descifrado. 

Esa es la tarea que se impuso la Cabalá misma. Pese a que todas las inteligencias-energías fueron incluidas, por necesidad, dentro de la amplia esfera del En Sof (el "Sin Fin", El Infinito), éstas se expresaron físicamente a través de las letras-energías. ¿Cuáles letras fueron las responsables de la manifestación de esta energía cósmica? Según el Zóhar, "de la energía inteligente viviente (espíritu) emanaron el aire (ruaj), del aire emanó el agua, y del agua, el fuego". De las veintidós letras o poderes inherentes —incluyendo siete consonantes dobles y doce sencillas—, tres son los primeros elementos. Las tres letras fundamentales fueron manifestadas por las letras Alef, Mem, Shin. 

Ellas forman la base para el equilibrio: La Mem es muda, como el agua, y hace manifestar. La Shin silba y susurra como el fuego, y hace aparecer; el Alef, un soplo de aire que reconcilia a las otras dos. El cielo fue creado del fuego, la tierra (consistente de mar y tierra) del agua. La atmósfera establece el balance entre ellos. Las tres letras de energía fundamental, Alef, Mem y Shin, generaron calor, frío y humedad. El calor fue creado del fuego, el frío del agua y la humedad del aire que les proporciona equilibrio". 

Las siete letras dobles, Bet, Guimel, Dalet, Kaf, Pei, Resh y Tav fueron designadas, establecidas, combinadas, sopesadas y cambiadas por el Señor. Él formó con ellas siete planetas en el mundo, siete días en el año, siete puertas, aberturas a los sentidos del hombre, el macho y la hembra. Los astrónomos antiguos reconocieron a los siete planetas del universo como Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna. Los siete días del año son los siete días de la semana. 

Las siete puertas del hombre —macho y hembra— son los dos ojos, las dos orejas, las dos fosas nasales y la boca. El primer día de la semana el Altísimo le infundió a la letra Bet una fuerza de energía inteligente por la cual predominara en sabiduría, y formó el planeta Saturno en el cosmos, y el ojo derecho del hombre. El segundo día de la semana el Eterno le infundió a la letra Guimel una fuerza de energía inteligente por la cual predominara en la paz, y formó el planeta Júpiter en el cosmos, y el ojo izquierdo en el hombre. El tercer día de la semana el Eterno le infundió a la letra Dalet una fuerza de energía inteligente para que predominara en la guerra, y fundó el planeta Marte en el cosmos, y la oreja derecha del hombre. 

El cuarto día de la semana el Altísimo le infundió a la letra Kaf una fuerza de energía inteligente con la cual predominara en la realeza, y formó el Sol en el cosmos, y la oreja izquierda en el hombre. El quinto día de la semana el Eterno le infundió a la letra Pei una fuerza de energía inteligente por la cual predominara en el amor, y formó el planeta Venus en el cosmos, y la fosa nasal derecha en el hombre. El sexto día de la semana el Altísimo le infundió a la letra Resh una fuerza de energía inteligente por la cual predominara en las artes, y formó el planeta Mercurio en el cosmos, y la fosa nasal izquierda en el hombre. 

El séptimo día de la semana el Eterno le infundió a la letra Tav una fuerza de energía inteligente por la cual predominara en el reino, y formó el planeta Luna en el cosmos, y la boca del hombre. Cada una de las restantes doce letras fueron proveídas de una fuerza de energía inteligente por medio de la cual predominaran en las constelaciones (los signos del zodiaco), para establecer los doce meses del año, doce líderes en el cuerpo humano, macho y hembra. Las doce constelaciones del cosmos son: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Los doce meses del año son: Nisan, Iyar, Sivan, Tamuz, Av, Elul, Tishrei, Marjeshvan, Kislev, Tevet, Shevat y Adar. Los doce líderes y dirigentes del cuerpo humano son: 
Las dos manos, los dos pies, los dos riñones, el bazo biliar, el hígado, la vesícula biliar, el estómago, el intestino delgado y el intestino grueso. El Altísimo le infundió a la letra He la fuerza de energía inteligente por la cual predominara y formara Aries en el cosmos, Nisan en el año y la mano derecha del hombre. 

Lo mismo para la letra Vav para que dominara en Tauro en el cosmos, Iyar en el año y la mano izquierda del hombre. 
La letra Zain para que predominara en Géminis en el cosmos, Sivan en el año y la pierna derecha del hombre. 
La letra Jet para predominar en Cáncer en el cosmos, Tamuz en el año y la pierna izquierda del hombre. La letra Tet para predominar en Leo en el cosmos, Menajem Av en el año y el riñon derecho en el hombre. 

La letra Yud para predominar en Virgo en el cosmos, Elul en el año y el riñon izquierdo del hombre. 
La letra Lamed para predominar en Libra en el cosmos, Tishrei en el año y el hígado en el hombre. 
La letra Nun para predominar en Escorpión en el cosmos, Marjeshvan en el año y el bazo en el hombre. 
La letra Samej para predominar en Sagitario en el cosmos, Kislev en el año y la vesícula biliar en el hombre. 
La letra Ayin para predominar en Capricornio en el cosmos, Tevet en el año y en el estómago del hombre. 
La letra Tzadik para predominar en Acuario en el cosmos, Shevat en el año y en los intestinos del hombre. 

La letra Kuf para predominar en Piscis en el cosmos, Adar en el año y el intestino grueso del hombre. 

El Sefer Yetzirá o Libro de la formación, reconocido por su brevedad, representa un acercamiento teórico hacia los problemas y respuestas de la cosmología y la cosmogonía. Aún las más amplias de las numerosas ediciones, no exceden las mil setecientas palabras. Históricamente, esta obra es el primer escrito existente en el idioma hebreo. Sus temas principales son los elementos del cosmos entero y sus habitantes —el código maestro o ADN de toda la creación—. 

Las veintidós letras del Alef Bet hebreo exhiben conjuntamente las fuerzas misteriosas cuya convergencia produce las varias combinaciones observables a través de la creación. 

Rav Berg

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