Rosh HaShaná es la cabeza del año. Así como la cabeza dirige las acciones del
cuerpo, el primer día de Tishrei, Rosh
HaShaná, es la cabeza del año en el ámbito espiritual. Es el aniversario
del día en que Hashem creó al hombre.
Todas las demás creaciones, que reciben su fuerza de vida de Hashem – que en ocasiones es llamado "el alma
del universo" – no tienen la capacidad de responderle.
El hombre es capaz
de responder espiritualmente; los humanos podemos interpretar la realidad y
elegir descubrir la mano oculta de Hashem , o por el contrario, relegar todo a
su nivel de interpretación más superficial y externo.
Para nuestro patriarca
Abraham, ver un amanecer era una pregunta que exigía una respuesta. A medida
que la respuesta se fue volviendo cada vez más clara, ver ese mismo amanecer se
convirtió en una apasionada experiencia religiosa.
La claridad que tenía en ese
momento era exactamente lo que Hashem imaginó para el hombre en el momento de la
creación.
Es por esta razón que,
cuando la Torá concluye la narrativa de la creación, dice: "Ésta es la progenie del cielo y de la tierra en el día en que
fueron creados" (Génesis 3). La palabra hebrea para "fueron creados", bihibaram, tiene las mismas
letras hebreas que la palabra biAbraham, que significa "con
Abraham".
Desde la perspectiva de Hashem
, valía la pena traer a la existencia toda la cornucopia de la realidad sólo
por Abraham, ya que él materializaría el plan que Hashem tenía para Adam, el primer hombre, cuando Le
dijo a Adam que dominara la tierra.
La idea no era decirle a Adam, el prototipo
de todo humano futuro, que podía explotar el mundo para su propio beneficio,
sino que podía conquistar la realidad exterior del mundo y hacerla propia a
través de entender su significado.
Una vez, el Rav Kook iba
caminando con uno de sus estudiantes. Mientras caminaban juntos, el joven
distraídamente arrancó unas cuantas hojas de los arbustos que crecían al lado
del camino. Se dio cuenta que Rav Kook hizo una mueca de dolor mientras lo
hacía, por lo que el estudiante le preguntó: "¿Está todo bien?".
Rav
Kook contestó que todo en el mundo tiene un propósito y un significado, y que
nada debería ser destruido aleatoriamente.
Rav Kook era plenamente
consciente de que las hojas probablemente no serían utilizadas en el sentido
mundano de la palabra. Éstas eran útiles en un sentido más profundo: podían ser
parte de nuestro proceso de concientizarnos de la belleza y la complejidad de
la creación, y de la incognoscible sabiduría del Creador.
El Arizal, el gran místico que vivió en Tzfat hace cerca de 500 años, nos
dice que: "Cada año en Rosh
HaShaná, entra una nueva luz intelectual al mundo, abriendo nuestras mentes
para que podamos ver lo que vio Adam". Es un día en el que podemos
evaluar quiénes somos, adónde estamos yendo, y hasta qué punto estamos viviendo
nuestras vidas como verdaderos seres humanos.
Iom Kipur es el corazón del año. Es un día de perdón y reconciliación en el
que podemos entrar sin temor al bosque de nuestro interior para explorar las
partes más profundas de nuestras vidas, las áreas que son demasiado sombrías
para ser vistas o para que queramos verlas.
Cuando nos examinamos con
honestidad encontramos inevitablemente que en ocasiones hemos bloqueado nuestra
capacidad para ver más allá del lado superficial de la vida. Nadie es perfecto
y, de hecho, uno de nuestros problemas más grandes es que debemos engañarnos
para creer en nuestra propia perfección. Racionalizamos, redefinimos y negamos
nuestros fracasos espirituales y morales.
En Iom Kipur podemos vernos a nosotros mismos con mayor profundidad y
honestidad. Encontraremos que debajo de todas las capas hay bondad, pureza y
anhelo. Hashem puso en este día el poder
para permitirnos desgarrar todas las cortinas y vernos a nosotros mismos no
como somos, sino como queremos ser. Nunca podríamos alcanzar este nivel de
redefinición por cuenta propia.
Iom
Kipur es un día en el que Hashem canaliza fuerzas que abren las puertas para
nosotros. Podemos ser lo suficientemente valientes y honestos como para
atravesar las puertas con alegría, o podemos ignorar su existencia. Hashem no obliga a nadie a abrir la puerta.
Pasan apenas unos días, y
Tishrei muestra otro aspecto del funcionamiento interior de la realidad. Llega Sucot, y celebramos nuestra
recientemente adquirida cercanía con Hashem al mudarnos a la sucá, una especie de choza sin techo permanente. Durante una
semana entera revertimos la mayoría de lo que hacemos durante el año. En lugar
de tratar de sentirnos más seguros, tratamos de saborear un poco la transitoriedad
de la vida. En lugar de sólo invitar a nuestros amigos, y quizás a unos
estudiantes o a gente que pasa por la puerta, invitamos también a los
patriarcas, a Moshé, Iosef y David. Ellos son parte de nuestro mundo interior,
y nosotros tratamos de hacerlos sentir en casa a medida que intentamos tomar
consciencia de su presencia y de la profundidad y permanencia de la huella que
dejaron en nosotros como pueblo.
Dejamos que nuestra
sensibilidad en relación al lazo espiritual que tenemos con todo judío, más
allá de quién sea, encuentre su expresión en las cuatro especies que la Torá
nos ordena tomar y bendecir. El lulav(rama de palmera), que
tiene sabor pero no aroma, es comparado al judío que es consciente de la verdad
de la Torá, pero que no deja que ese conocimiento fluya y afecte sus acciones. El etrog (cidra) tiene tanto aroma como
sabor, y es comparado con quien es lo suficientemente afortunado para que su
personalidad exprese tanto conocimiento como buenas acciones. Los hadasim (mirtos) tienen aroma pero no
sabor, simbolizando a la persona que tiene buenas acciones pero que carece de
conocimiento intelectual para respaldarlas.
Finalmente, las aravot(sauces),
que no tienen ni aroma ni sabor, son tomadas con la misma devoción con que
tomamos al etrog, que tiene ambas, y es el ícono de la persona que vive
en un mundo en el que no hay consciencia ni acciones. Él también es parte de
nuestro pueblo, y necesitamos amarlo incondicionalmente tanto como necesite.
La última festividad de
Tishrei, Simjat Torá, lo dice todo. Hay un mundo allí afuera. Queremos
estudiarlo, amarlo y navegarlo. Nunca nos permitiremos contentar nuestra mente
y corazón con sus contornos externos; caminaremos en cambio, sus callejones y
avenidas espirituales, y seguiremos el libro de instrucciones que revela el
plano de su esencia. Dejaremos que la alegría física y espiritual de tener un
mapa que revela todo, se apodere de nosotros.
Que tengas un excelente
Tishrei y un maravilloso año nuevo.
Rebetzin Tzipora Heller
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