Un
hombre ilustrado, me formuló hace algunos años una pregunta de grandísima
importancia, cuya respuesta, tal como yo la resuelvo, merece ser meditada con
el mayor detenimiento.
"A
primera vista, parece deducirse de la Escritura, que el hombre no fuera
originalmente ni más, ni menos perfecto que el resto de los animales de la
creación, los cuales no están dotados de entendimiento, razón o facultad que
distinga lo bueno de lo malo; pero que la desobediencia de Adam al mandamiento
de Hashem, le proporcionó aquella perfección que es la propia del hombre, la
más noble de todas las facultades de nuestra naturaleza, la característica
esencial del género humano.
Y
así, parece extraña cosa que el castigo de la rebeldía viniera a ser el medio
para elevar al hombre al pináculo de una perfección que anteriormente no había
alcanzado".
Reparad
ahora en nuestra respuesta, que es como sigue: Se me antoja que has estudiado superficialmente
el asunto, y, no obstante, imaginas ser capaz de comprender un libro que ha
sido guía de pasadas y presentes generaciones, sin más que alejarte un momento
de tus apetitos y deseos, para echar una mirada al contenido de ese libro, como
si fueras a leer una historia o alguna composición poética.
Recoge
tus pensamientos y medita
cuidadosamente,
porque no es cosa que se comprende de
buenas a primeras, sino después de adecuada meditación. Has de saber que la
Inteligencia, que le fue otorgada al hombre como el más alto de sus dones, le
había sido concedida antes de su desobediencia.
Con
respecto a lo cual, la Toráh declara que "el hombre fue creado a imagen y
semejanza de Hashem". Merced a este don de la Inteligencia, Hashem se dirigió
a él, y le dio sus mandamientos, según se dice: "Y el Señor Hashem mandó a
Adam" (GEN. II, 16); porque no se dieron mandamientos a la creación de los
animales o a los seres que carecen de entendimiento. Merced a la
Inteligencia distingue el hombre lo verdadero de la falso.
Esta
facultad la poseía Adam cabal y perfecta.
Lo
justo y lo injusto son términos que se emplean en la ciencia de las verdades
morales o probables, no en la de las verdades necesarias, por lo que no sería
correcto decir, con referencia a la proposición "los cielos son
esféricos", que es "buena", ni declarar que la afirmación
"la tierra es plana", es mala; sino que decimos que la una es
verdadera y la otra falsa. La lengua hebrea expresa las ideas de verdadero y falso con los términos EMET y CHEKER, y lo moralmente justo e injusto, por TOB y RA. Así
pues, la función de la Inteligencia es distinguir lo verdadero de lo falso,
distingo que es aplicable a todos los objetos perceptibles intelectualmente.
Cuando
Adam vivía aún en estado de inocencia, guiado solamente por la reflexión y la
razón, no era capaz de comprender los principios de las verdades probables o de
carácter moral. Empero, luego de su desobediencia, cuando empezó a ceder ante
los deseos que nacían de su imaginación, y a satisfacer sus apetitos
corporales, según aquello que se dice: "y
su esposa vio que el árbol era bueno para comer y agradable a los ojos"
(GEN. III, 6), fue castigado con la pérdida de una parte de la facultad
intelectiva que anteriormente había gozado. Y de aquí que leamos: "Y seréis como los ELOHIM, conocedores
del bien y del mal". Y no dice "conocedores o discernidores de lo
verdadero y lo falso". Porque cuando se trata de verdades de carácter
necesario, sólo son aplicables las palabras de verdadero y falso, y no las de
bueno y malo.
Reparad,
además, en aquel pasaje: "Y los
ojos de ambos fueron abiertos, y conocieron
que
estaban desnudos" (GEN.
III, 7). Y no se dice: "Y los ojos de ambos fueron abiertos, y vieron";
porque lo que el hombre había visto
antes, y lo que veía después de esta circunstancia, era exactamente lo mismo.
No
es que le quitaran la ceguera, sino que recibió una nueva facultad merced a la
cual descubrió que podían ser injustos o malas, cosas que antes no había
considerado como tales.
De
acuerdo con esto interpretación, nuestro texto indica que Adam, fue desterrado
del Paraíso, cuando hubo maleado su intención y encaminado sus pensamientos a
la adquisición de lo que le estaba vedado; Tal fue su castigo. Antes, gozaba el
privilegio de gustar el placer y la felicidad, y disfrutaba de seguridad y
reposo; pero cuando crecieron sus apetitos y se fue tras sus deseos e impulsos,
y participó de lo que le estaba prohibido gustar, le privaron de todas las cosas,
fue condenado a vivir de toda clase de alimentos viles, que no había probado
primero, y aun éstos adquiridos por el esfuerzo, la fatiga y el trabajo, conforme
se dice: "Espinas y zarzas crecerán
para ti" (GEN. III, 18), "Comerás el pan con el sudor de tu
frente", etc.
Alabado
sea Ha Kadosh Barujú, cuyos designios y sabiduría son inescrutables.
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