La Torá es el documento escrito que fuera
recibido y transmitido por Moisés en el Monte Sinaí hace algo más de 3.300
años. También es la tradición oral que acompaña a ese documento y que incluye
las instrucciones para comprender el significado básico de la Torá (pues es un
texto extremadamente conciso que dice mucho más de lo que aparenta) y para
cumplir con sus mandamientos.
La Torá
Oral se ensambla con la Torá Escrita de cuatro formas primarias codificadas en
la palabra hebrea Pardes. Pardes es el origen de la palabra castellana Paraíso, que hace
referencia al Jardín del Edén. PaRDeS Es también un acrónimo de los cuatro
diferentes niveles de comprensión de la Torá: P’shat (el significado simple), Remez (alusión), Drush (significado homilético), Sod (Kabalá; el significado secreto).
Estos cuatro componen las llaves necesarias para entrar al Paraíso de la Torá.
Mediante
estas cuatro llaves, la Torá se abre y revela no sólo sus propios secretos,
sino también los secretos del universo, los secretos de la materia (del
espacio), de la historia (del tiempo) y del hombre (el alma y la conciencia).
Si deseamos ir más allá de las apariencias y examinar los misterios de la
creación y de la existencia humana, la Torá es el lugar indicado. Esto se debe
a que la Torá precedió a la creación del Universo. En verdad, la Torá es nada
menos que una luz de lo que llamamos la Mente de Dios. Es la Unión conceptual
entre Él y Su mundo, entre Él y nosotros.
Torá y
Anatomía
“Esta es la Torá, hombre…”
Numero 19:14
Es bien
sabido que la Torá contiene 613 mitzvot (mandamientos; plural de mitzvá) (Makot 23b). La
raíz del significado del verbo LeTZAVot(ordenar)
es “unir”. Cuando cumplimos con la miTZVá nos unimos, nosotros y el mundo que
nos rodea, con Hashem
Las 613
mitzvot se dividen en 248 mandamientos positivos y 365 prohibiciones.
Estos
mandamientos abarcan todos los aspectos de nuestra relación con Hashem, con
nuestros congéneres y con toda la existencia. Mediante estos mandamientos, Hashem provee las herramientas necesarias para que el hombre pueda conectarse con Hashem y llevar a toda la creación hacia su perfección final.
También
la forma humana tiene 248 miembros, correspondiendo a los 248 mandamientos
positivos de la Torá y 365 tejidos conectivos, venas o tendones,
correspondientes a las 365 prohibiciones de la Torá (Zohar I, 170b). Así el
hombre fue diseñado sobre el modelo de la Torá. No sólo su alma, sino también
el mismo cuerpo que aparentemente le impide elevarse por sobre las limitaciones
físicas de este mundo, es en sí mismo “una Torá”. Mediante esta conexión, el
hombre es capaz de utilizar todo lo que hay en el mundo para reconocer y servir
a Hashem con su cuerpo. Con su alma puede ascender más allá del mundo material y
entrar al ámbito de lo espiritual. Con su cuerpo puede canalizar lo espiritual
haciéndolo descender hacia lo material, creándola perfección de lo que espera
que sea la vida humana sobre la tierra.
La Torá
es la conexión que le permite al hombre lograr este objetivo. Escribe el Rabí
Natán sobre la conexión entre la Torá y el cuerpo del hombre:
Para que un médico pueda
curar deberá tener un conocimiento completo de la anatomía humana. Deberá
conocer todas las partes del cuerpo ̶ los miembros, arterias, venas, etc. Deberá saber cómo es que
cada órgano se encuentra interconectado con los demás y cómo uno depende del
otro. Deberá saber cómo cada órgano puede ser afectado por los otros. Entonces
y sólo entonces, podrá el médico comprender la naturaleza de las enfermedades
que desea curar. De la misma manera, la Torá es un cuerpo de ley donde cada
mitzvá individual representa un “órgano” de ese “cuerpo”. Para poder comprender
el verdadero valor de la Torá la persona deberá conocer su “anatomía” ̶ sus leyes e ideas ̶ cómo es que cada mitzvá se
encuentra interconectada con las otras, como parte individual e integral de
toda la Torá (Likutey Halajot, Rosh Jodesh 5:6).
El Rabí
Natán continúa su discurso explicando los paralelos entre la “anatomía” de la
Torá y la anatomía humana. Este es un tema muy importante de la Kabalá, que
describe la conexión entre ciertas partes del cuerpo y determinadas mitzvot. El
Rabí Natán escribe en otro lugar que aquél que comprende los escritos del Zohar
y del Ari sabe que todos los misterios de la Kabalá se refieren a esto (Likutey
Halajot, Minja 7:22). Dos de los trabajos mencionados en este libro, Sha’arey
Kedushá y Sefer Jaredim tienen éste como su tema principal.
Aunque
material, la forma humana corresponde a la Torá y refleja los más altos niveles
de espiritualidad. Cada parte del cuerpo corresponde a un concepto espiritual
diferente, a una mitzvá diferente. Cada órgano y cada vena contienen su propio
poder espiritual. Si son controlados, estos poderes pueden elevar al hombre por
sobre la forma material que alberga su alma. Moisés es el paradigma de esta
elevación. Él purificó su cuerpo físico al punto en que su corporeidad se
transformó en espiritualidad. La Torá es testigo de esto cuando relata que
Moisés ascendió a los cielos y allí estuvo durante cuarenta días y cuarenta
noches sin comer ni beber (Deuteronomio
9:9). Otro versículo
afirma, “Esta es la bendición con la cual Moisés, el hombre de Hashem, bendijo al
pueblo de Israel (Ibid
33:1). Moisés es
llamado “hombre de Hashem” porque logró transformar su cuerpo físico en un templo
Divino para su espíritu (Devarim
Rabah 11:4).
Así
está escrito (exodo 34:30), “Cuando Moisés descendió del Monte Sinaí con las
dos Tablas del Testimonio en sus manos… No supo que la piel de su rostro se
había vuelto luminosa pues [Dios] había hablado con él. Cuando Aharón y todos
los hijos de Israel vieron que la piel del rostro de Moisés brillaba con una
luz muy grande, tuvieron temor de acercarse a él.
Rebe Najmán de Breslov
No hay comentarios:
Publicar un comentario