Los cabalistas sostienen de modo unánime que los primeros en
implicarse en prácticas meditativas fueron los patriarcas y los profetas, que
las utilizaron para alcanzar la iluminación y la profecía.
La referencia directa más antigua respecto a métodos es del siglo
primero, del primer período Talmúdico. Allí nos encontramos a algunos de los
más grandes talmudistas practicando las artes místicas, haciendo uso de un
número de técnicas meditativas para conseguir la elevación espiritual y el
ascenso al dominio trascendental. Muchas de ellas consistían en la repetición
de nombres divinos y en una concentración intensa en las esferas trascendentes.
Lo poco que sabemos de sus métodos se ha preservado en unos pocos fragmentos y
en un notable texto completo, “Hejalot Rabatai”, Los Palacios Mayores.
Algunos de los principales clásicos de la cabalá se escribieron en
este periodo. Tales son el Sefer Yetzira, Sefer HaBahir y el Zóhar. Estos
implican niveles aún más altos de los descritos en los Hejalot, y por lo
general, sólo se dan en ellos los más leves indicios de cómo se alcanzan esos
niveles.
Con el cierre del periodo talmúdico, los métodos quedaron restringidos
a unas muy reducidas sociedades secretas. Tanto el Bahir como el Sefer Yetzira
permanecieron absolutamente desconocidos fuera de esos círculos y no se
revelaron hasta finales del siglo XII y el siglo XIII respectivamente. En
particular, la publicación del Sefer HaBahir dio ímpetu al estudio de los
misterios y algunos individuos empezaron a enseñar abiertamente los métodos
secretos.
El más notable entre ellos fue Rabí
Abraham Abulafia. Tras recibir la
tradición de fuentes antiguas, fue el primero en ponerlas por escrito. Fue
condenado por ello en muchos círculos, aunque la mayoría de los cabalistas
consideran que sus métodos son auténticos y están basados en una tradición de
confianza. Algunos de sus contemporáneos, notablemente Rabí Yitzjak de Acco y
Rabí Yosef Gikatilia, hablan también de métodos meditativos.
La mayoría de su obra fue eclipsada, sin embargo, por la publicación
del Zóhar en la última década del siglo XIII. Este gran clásico captó la
imaginación de casi todos los cabalistas de la época y las enseñanzas de otras
escuelas se olvidaron. Puesto que el Zóhar tiene poco que decir sobre técnicas
de meditación, muchos importantes cabalistas empezaron a ignorar el tema por
completo. Estaban demasiado inmersos en tratar de descifrar los misterios de
este antiguo libro que había permanecido oculto por tanto tiempo.
Sin embargo, en los siguientes doscientos años no encontramos
virtualmente a nadie explorando el Zóhar mismo para tratar de discernir las
técnicas meditativas utilizadas por sus autores.
Los principales intentos en esa dirección tuvieron lugar en la escuela
de Safed que floreció durante el siglo XVI. Esta escuela alcanzo su cumbre con
las enseñanzas de Rabí Yitzjak Liria, el Arí, que enseño cómo las diversas
combinaciones de letras que se encuentran en el Zóhar tenían como fin el ser
usadas como instrumentos de meditación.
Igual que el Zóhar había eclipsado a todo lo demás cuando fue
publicado, los escritos del Arí hicieron lo propio con las demás escuelas tres
siglos después. Se consideraban sus enseñanzas como la expresión definitiva de
la Cabalá y durante los siguientes doscientos años la mayor parte de la
literatura cabalística estuvo dedicada a su interpretación. Aunque algunos
individuos, pocos, practicaban las técnicas de meditación del Arí.
El siguiente gran renacimiento sobrevino con el auge del movimiento
Jasidico, fundado por el Baal Shem Tov. Cuando se estudian sus obras resulta
obvio que el Baal Shem Tov y sus discípulos más allegados eran ardientes estuHashemos
de los antiguos textos meditativos de la Cabalá.
Hubo una oposición muy fuerte, sobre todo en lo relativo a enseñar los
métodos a las masas. Todo un grupo, los Mitnagdin, surgió para combatir el
Jasidismo, denunciando vigorosamente sus técnicas. Como consecuencia, los
mismos jasidim empezaron a quitar énfasis a las prácticas meditativas y con el
tiempo éstas fueron virtualmente olvidadas.
La meditación es
fundamentalmente un medio para conseguir la liberación espiritual. Sus diversos
métodos están diseñados para aflojar la atadura de lo físico y permitir al
individuo ascender al dominio de lo espiritual y trascendente. Del que culmina
esta empresa con éxito se dice que a conseguido el Ruaj HaKodesh, la
iluminación.
El modo contemporáneo de meditación
más conocido es el que utiliza un mantra, una palabra o frase que se repite
una y otra vez durante un período de tiempo prefijado. Uno se concentra en el
mantra con exclusión de todo lo demás , limpiando la mente de todo pensamiento
extraño y divorciándola del flujo ordinario de conciencia. Este tipo de
meditación se en la Cabalá, especialmente entre las escuelas de la antigüedad.
Otro ejemplo de meditación
estructurada y externamente dirigida es la contemplación, en la que se
mira un objeto colocando en él toda la concentración. El objeto contemplativo
más simple en la meditación cabalística es el propio Tetragrama.
Muy relacionado con ello está la
técnica de Yijudim, Unificaciones, que juegan un importante papel
en el sistema del Arí. Ahora no se contempla una imagen física, sino mental,
consistiendo de hecho en diversas combinaciones de nombres divinos. Puesto que las
estructuras y combinaciones de tales nombres están predeterminadas y no surgen
espontáneamente, se considera también esta técnica como un tipo de meditación
dirigida externamente.
El segundo método básico de
meditación es el internamente dirigido. Consiste en
meditar en los pensamientos, sentimientos o imágenes mentales espontáneas que
surgen en la mente. Normalmente, esto se consigue mejor enfocándose en un área
general alrededor de la cual se evocan los pensamientos. Puesto que no hay modo
formal o predeterminado de evocar tales pensamientos, se trata por lo general
de una meditación no estructurada.
La meditación dirigida internamente se puede practicar puramente en el
pensamiento o, como en algunos sistemas, los propios pensamientos se pueden
verbalizar. Uno de los mejores métodos para hacerlo, mientras que se mantienen
concentrado en un foco único, es expresarlo como oración espontánea. Tal es el método que constituye la base del sistema
meditativo de Rabí Najman de Breslev.
El tercer tipo es la meditación no
dirigida. Tal meditación se
esfuerza por alcanzar una quietud de mente y una retirada de toda percepción,
tanto interna como externa. Este modo juega un papel importante en tales
estados avanzados de muchos sistemas, pero, al mismo tiempo, constituye un
método por derecho propio.
En la propia terminología de la Cabalá hay evidencia de que éste
método se usaba, al menos para los más avanzados. En verdad que, en algunos
casos, sólo bajo esta perspectiva algunos términos resultan comprensibles. Así,
por ejemplo, los cabalistas llaman al nivel supremo de trascendencia “Ain”,
lateralmente la “Nada”. De hecho, esto alude al nivel último alcanzado por la
meditación no dirigida, en el que toda percepción e imaginación dejan de
existir.
Además de dividirse en los tres métodos básicos citados, se puede
también clasificar la meditación según los medios empleados.
Los tres medios fundamentales son
el intelecto, las emociones y el cuerpo.
El camino del intelecto es el que prevalece con mucho entre los
cabalistas teóricos y fue también utilizado fuera de las escuelas cabalísticas.
El método más común era la simple contemplación de los diversos aspectos de la
Torah, escrutando el sentido interno de sus mandamientos. También incluía el
ahondar profundamente con el intelecto en la estructura de los universos
supremos y, por así decir, convertirse en habitante de esos mundos. Este método
constituye la base de sistema de Jabad del Jasidismo.
Otro modo de meditación intelectual consiste en el estudio de obras
devocionales, contemplando cuidadosamente cada concepto en un esfuerzo por
conseguir el perfeccionamiento personal. Tal contemplación, o Hitbonenut, juega
un papel especialmente importante en la obra devocional Mesilat Yesharim, por
el gran cabalista Rabí Moshe Jayim Luzzatto. En este libro el autor delinea
todos los pasos que conducen hasta, pero no incluyen, el Ruaj HaKodesh, la
iluminación final. Dicho sea de paso, aunque no es generalmente conocido, los
diez niveles que se discuten en el texto claramente corresponden con las diez
Sefirot místicas.
El camino de las emociones también juega un papel importante en los
sistemas cabalísticos. Por ejemplo es particularmente importante en la
meditación-Kavanah, el sistema que utiliza las oraciones diarias estándar como
mantras, especialmente en las escuelas Jasidicas. Se enseña en ellas (el rezo),
a colocar todos los sentimientos y emociones en las propias palabras de
alabanza, consiguiendo con ello un desvestimiento de lo físico.
Un camino que combina el intelecto
con las emociones es el sendero del amor, descrito en detalle por el gran líder
filosófico Rambam. Este escribe que
cuando una persona tiene a Hashem como objeto de profunda contemplación,
pensando en sus poderosos actos y maravillosas creaciones, se forma profundamente
una conciencia de Su sabiduría y es llevado a un amor de Hashem apasionado. El
amor de Hashem puede ser tan intenso, que el alma literalmente puede ser
extraída por Él del cuerpo, y esto es lo que ocurre cuando un Santo muere del
“Beso de Hashem”. Se considera éste uno de los más altos niveles de iluminación
posible y usualmente se alcanza solo a muy avanzada edad.
El tercer camino es el cuerpo. Incluye tanto los movimientos
corporales como los ejercicios respiratorios que juegan un papel clave en el
sistema de Rabí Abraham Abulafia. Las oscilaciones e inclinaciones que suelen
acompañar a la oración formal también son parte del camino del cuerpo,
aumentando la cualidad meditativa de la oración.
La danza es una de las técnicas más importantes de meditación corporal.
Esto es especialmente cierto en las escuelas Jasidicas.
El Talmud enseña que en el festival de Sukot, durante el festival de
“Atracción” en Jerusalem, “Santos y hombres de fama danzaban delante de la
asamblea sosteniendo antorchas y cantando himnos de alabanza”. Este festival
era un tiempo particularmente propicio para conseguir la iluminación, como el
Talmud de Jerusalem afirma: ¿Por qué se llamaba “Festival de Atracción”? Porque
era un tiempo en que la gente tiraba del Ruajh HaKodesh”. Tan íntimamente
estaba la danza asociada con la iluminación que el Mundo Futuro, considerado
como el lugar último de iluminación, es descrito como “una danza conducida por
El Santo, Bendito Sea, en la que cada individuo le señala con un dedo”(Taanit
1:30).
Una razón por lo que se sabe tan poco sobre los diversos temas de
meditación cabalística es que toda la literatura está en hebreo y nunca a sido
fielmente traducida. Puesto que la mayoría de sus métodos no se encuentran hoy
en día en uso, también el vocabulario asociado a ellos ha sido también
olvidado. Tan grande es esta confusión que incluso la misma palabra hebrea para
meditación resulta ser en general desconocida.
Hay una palabra que se utiliza consistentemente como término para
designar “meditación”, y es “Hitbodedut”. El verbo
“meditar” viene representado por la palabra “Hitboded”.
La palabra Hitboded deriva de la raíz “Badad”, que significa
autoaislamiento y, en algunos casos, no se refiere más que a una reclusión y
aislamiento físico. Sin embargo, en muchos otros lugares, el término se usa
para denotar un estado de conciencia que implica el aislamiento del “yo”, es
decir, el aislamiento de la más básica esencia individual.
Así, en un contexto cabalístico, la palabra Hitbodedut significa mucho
más que un mero aislamiento físico. Se refiere a un estado de aislamiento
interno en el que el individuo recluye mentalmente su esencia de sus
pensamientos. Rabí Jayim Vital, habla a menudo de tal reclusión mental,
diciendo que “uno debe recluirse a sí mismo (hitboded) en sus pensamientos
hasta el máximo grado”. Al hacerlo, uno separa el alma del cuerpo hasta el
punto de no sentir ninguna relación con el ser físico. El alma resulta así
aislada y, como Rabí Jayim Vital concluye, “cuanto
más se separa uno de lo físico, mayor será su iluminación”.
Una de las expresiones más claras de todo esto fue desarrollado por
Rabí Abraham Maimónides, hijo del famoso Moises Maimónides. El escribe que hay
dos tipos distintos de autoaislamiento, externo e interno. La hitbodedut
externa no es nada más que el aislamiento físico, lo cual resulta por lo
general deseable cuando se quiere meditar. La hitbodedut interna, por otra
parte, consiste en aislar el alma de la facultad perceptiva. Cuando la mente se
halla así de esa índole aquietada, uno se torna capaz de percibir el dominio
espiritual.
Por consiguiente, la palabra Hitbodedut se utiliza primariamente para
denotar el aislamiento del alma o ego de todo estímulo externo o interno.
Cualquier método o práctica empleada para conseguirlo es también llamado Horno
de sur. Puesto que es a estas prácticas a las que comúnmente se llama
meditación.
Hay otro término muy relacionado que también se suele traducir como
“meditación”. Es la palabra “Hitbonenut”. Una definición precisa de Hitbonenut
es “contemplación”, o sea, concentración intensa en un objeto o imagen. Por
supuesto la contemplación es una técnica meditativa, pero es significativo el
que el término apenas aparece en los textos clásicos de Cabalá para describir
la consecución de estados superiores de conciencia.
Rabí Arye Kaplan
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