jueves, 27 de julio de 2017
INTRODUCCIÓN
Solicita una letra del Señor, solicítala de la profundidad abajo o de las alturas arriba. Isaías 7:2
LAS PRIMERAS GENERACIONES DE ISRAELITAS TENÍAN COMO CONOCIMIENTO común —lo que actualmente es dominio de unos cuantos— lo referente a los poderes profundos y misteriosos de las veintidós letras del Alef Bet o abecedario hebreo. Desde la época del patriarca Abraham, los hebreos demostraron una insólita percepción de la física rudimentaria. En contraste con muchos de los científicos actuales, los hebreos antiguos imprimieron la ética y la moralidad al conocimiento que tenían sobre los campos energéticos del universo. Aún sin utilizar el lenguaje moderno de las matemáticas, los primeros cabalistas hicieron aplicaciones prácticas de su entendimiento de la electricidad. Ya, entonces, sabían que se requerían un polo positivo y otro negativo, conectados a través de una resistencia, para poder completar un circuito eléctrico funcional.
El aspecto negativo de la fuerza fue designado como el "deseo de recibir para uno mismo" y el aspecto positivo como el "deseo de recibir con el propósito de compartir". El primero, por sí solo, causa un cortocircuito; el segundo crea una conexión eléctrica completa. De esta manera, los cabalistas conceptualizaron los campos de energía, no sólo en los términos de su comportamiento físico, sino también en cuanto a su función dentro de los corazones y las mentes de los hombres. Los campos de energía poseen inteligencia. Sí, inteligencia de modo semejante a la de los seres humanos. Tanto las piedras como las estrellas, las plantas, los animales y el hombre, cada partícula de la creación está compuesta, no simplemente de energía, sino de infinita Inteligencia-Energía.
Cuando controlamos estos recursos poderosos de energía, se activa el principio de "Ama a tu prójimo", creando así el equilibrio y la salud en las vidas de aquellos que eligen creer en ellos. La Cabalá señala que antes de la existencia física de la rueda, existió la idea de la rueda. Los pensamientos y las ideas, además de crear el mundo físico, tienen influencia sobre lo que ocurre en el cosmos. Sabemos que la luna afecta las mareas; reconocemos que fenómenos tales del espacio exterior como los hoyos negros y las supernovas, inevitablemente afectan las condiciones climatológicas de la tierra. Pero, ¿podemos acaso aceptar la antigua creencia cabalística según la cual el comportamiento humano sobre la tierra puede sobreponerse a las influencias astrales e incluso lograr condicionar los procesos intergalácticos?
La destrucción del Segundo Templo de Jerusalén por los romanos, en el año setenta de nuestra era, casi produce la desaparición de las respuestas a tales preguntas. Pero esta antigua sabiduría vital nunca pudo ser extinguida. La luz de la Cabalá se mantuvo encendida a través de los siglos. Está escrito en el Zóhar, el Libro del esplendor, que la Cabalá tendría que esperar la Era de Acuario para volver a hacerse sentir y servir como el instrumento manejado por el hombre para atraer la luz que ha de iluminar a la raza humana, errante y sumergida en la confusión de la obscuridad cósmica.
El momento ha llegado. El Zóhar es un libro de poder. El poder de configurar las letras del Alef Bet, para utilizarlas en el propósito de lograr nuestros anhelos. Las letras hebreas, los nombres de veintidós inteligencias-energías distintas entre sí y asombrosamente poderosas, están animadas de una fuerza espiritual mayor a la invisible vitalidad de la energía atómica. Pero el Alef Bet no tendrá un uso práctico si no llegamos a entender nuestro papel dentro de esta red suprema que todo lo abarca.
La Cabalá suministra el método que nos permite tener acceso a este sistema revitalizante.
El método científico toma por hecho que el investigador está aislado de los experimentos que observa. Durante mucho tiempo, la ciencia newtoniana consideró que lo único que necesitábamos hacer era agudizar nuestros poderes de observación, para que con el tiempo llegáramos a profundizarnos en los secretos del universo. Sin embargo, el físico nuclear y teórico alemán, Werner Heisenberg (1910-1976), descalificó el "intocable" método científico, por lo menos en lo que al mundo subatómico concierne, con su ahora famoso "Principio de incertidumbre".
Heisenberg fue el primero en percatarse de que el método experimental de laboratorio diseñado para medir la posición y la velocidad de los electrones, interfería en el experimento mismo, de tal manera que no podía ser llevado a cabo exitosamente, sin violar la integridad del método científico. El problema surge del hecho de que para determinar la velocidad o la posición de un electrón en movimiento, éste debe ser tocado por un rayo de luz. Pero la única luz capaz de eliminar al electrón es aquella luz compuesta por las ondas más cortas conocidas: los rayos gama. El obstáculo con el que se enfrenta el científico consiste en que los rayos gama se mueven a tan alta velocidad que si uno hiciera contacto con el electrón, éste sería lanzado fuera de órbita, generando una conducta errática. De tal manera, vemos que el medio utilizado para observar y medir el fenómeno, modifica al fenómeno mismo. Esta extraña y pequeña anomalía subatómica confirma la idea mantenida por los cabalistas durante siglos, según la cual el sujeto observador y el objeto observado están inseparablemente vinculados entre sí. Todas las cosas son relacionados entre sí y forman parte de un todo unificado.
La Biblia declara en el Shemá: "Escucha, Oh Israel, el Eterno es nuestro Elohim , el Eterno Uno es".
El hombre y el cosmos no son entidades fragmentadas y distintas, como la ciencia de Newton pretendía hacernos creer. Albert Einstein dedicó cuarenta años buscando lo que él llamó la "teoría del campo unificado", la cual conjuga todas las energías, la positiva y la negativa, la electromagnética y la gravitacional, dentro de una misma ecuación. Al mismo tiempo, la ciencia newtoniana, desligada de toda consecuencia moral en sus descubrimientos, nos ha conducido al borde del desastre nuclear. El tema de la guerra nuclear en oposición a la paz, no se reserva sólo para que Washington y Moscú algún día encuentren la solución. La paz mundial depende tanto de nuestros corazones como de la política.
Cada mañana, al beber nuestro café frente a nuestro periódico, lamentamos el estado actual del mundo sin imaginar siquiera que cada uno de nosotros comparte la carga de la responsabilidad nuclear y sin sospechar que el drama continuo de la guerra y de la paz depende, cada día, de nuestra conducta cotidiana. La paz en la tierra nunca reinará mientras no logremos la paz dentro de nosotros mismos y mientras nuestros hogares, oficinas y fábricas, sigan siendo campos de batalla y de miseria humana. La paz mundial no puede ser más que la suma de la paz personal de todos nosotros. Finalmente, retornaremos a aquel concepto conocido desde que Abraham destruyó a los ídolos de su padre: Hashem es Uno, y todo lo que existe heredó su parte de la inteligencia suprema. Recordemos las palabras de Oliver Wendell Holmes: "Cuando la mente humana se desplaza hacia una nueva idea, jamás regresa a sus dimensiones originales".
Por eso creo que ya llegó la hora en que debemos empezar a contemplar el posible vuelo, no hacia el espacio exterior, sino hacia el espacio interior, donde todo lo que existe se originó; aquel espacio que es el "pensamiento". Porque es aquí, en el campo de los pensamientos, emociones y relaciones humanas, donde la fuerza positiva triunfará o será derrotada por el poder oscuro, el cual ya está listo en sus puestos de batalla en espera del combate. Las respuestas a los misterios más intrincados de la vida están intimamente ligadas con la manera en que pensamos y, por ende, como actuamos. Muchos se unen a esta visión, otros la perciben como una mera fantasía.
Sin embargo, pensar que los viajes de exploración mental y el pensamiento son vanos, o simplemente imposibles, implica un desconocimiento no solamente de la antigua sabiduría, sino también del tesoro de los datos científicos nuevos, recientemente compilados por los físicos y teóricos del quantum que apoyan dos de las verdades metafísicas, claves y cruciales, de la filosofía cabalística: la primera, que el reino del pensamiento es lo verdadero, y la segunda, que el hombre y el cosmos son uno y el mismo. "Aunque la tierra y el hombre desaparecieran, y los soles y los universos dejaran de existir y Tú sólo existieras, cada existencia viviría en Tí". (Emily Bronte).
Desde tiempos inmemorables, el hombre ha buscado la posible relación entre la estructura y el movimiento de los cuerpos celestes y los acontecimientos que suceden en la tierra. Tradicionalmente, la búsqueda de la conexión cósmica estaba en las manos del astrólogo, debido a que la mística que se relacionaba con el ambiente celestial estaba, ya sea calumniada, o bien, rechazada abiertamente por la comunidad científica. Sin embargo, después de la postulación de la teoría cuántica, las actitudes newtonianas rígidas cambiaron drásticamente, de tal manera que casi cualquier fenómeno, por ejemplo, los soles dobles y los universos paralelos, se encuentran dentro de lo posible.
La Cabalá tiene mucho que comentar sobre la estructura de la materia, y en algunos aspectos encuentra semejanzas con la teoría de la física cuántica. Sin embargo, la idea del quantum, expresada como el "Principio participante", queda incompleta comparada con la perspectiva cabalística sobre las leyes que gobiernan nuestro universo. El físico cuántico reconoce que no hay una base física para explicar la materia. Pero el concepto de que la conciencia puede traspasar la solidez de una mesa y puede contemplar la mecánica física de ondas o partículas físicas como si fuese una fantasía de nuestra imaginación, se encuentra aún demasiado lejos de la experiencia tangible, como para ser aceptado gustosamente, aún por los más avanzados físicos y, mucho menos, por el hombre común y corriente. Para nuestra lógica occidental, la idea de la trascendencia de la materia física parece ser un milagro.
Las pruebas de que la conciencia es capaz de crear e influenciar a la materia, darían crédito a la enseñanza cabalística según la cual el mundo metafísico tiene dominio sobre el mundo físico corpóreo. La materia, desde el punto de vista cabalístico, es la energía condensada de la conciencia misma. ¿Continuaría el mundo su camino de la misma manera, aún cuando no lo percibiéramos? Cuando nos despertamos en la mañana, ¿existe el mismo mundo que dejamos ayer? La Interpretación de Copenhague, tal como fue presentada por Niels Bohr en 1927, finalizó —de una vez por todas— la idea clásica de la objetividad. Ya no prevalecería más pensar que el mundo se encuentra en un estado definido de existencia independientemente a nuestra observación. La Interpretación de Copenhague sostiene que, en un nivel subatómico, el mundo que vemos depende de la manera cómo lo observamos y, lo que es más importante, de lo qué elegimos ver. Este indeterminismo del mundo cuántico, implica que el supuesto punto de vista "objetivo" de los fenómenos físicos del científico tradicional, tendrá que ser remplazado por una nueva perspectiva de la realidad, basada en el observador como creador partícipe de ella.
El Arí, Rabí Isaac Luria (1534-1572), fundador de la Cabalá luriánica, presagió este nuevo papel radical de la conciencia en la física y la llevó un paso más adelante al declarar que los términos "observador" y "participante", deberían ser remplazados por el de "determinador". Similarmente, el físico Jack Sarfati escribió: "Una idea de lo más significativa para el desarrollo de los sistemas psicoenergéticos, es establecer que la estructura de la materia no puede ser independiente de la conciencia".
En su obra Las puertas de la conciencia elevada, el Arí describe aquello que debe ocurrir cuando la conciencia afecta la materia: "Cuando una persona ejecuta una obra buena, manifiesta y adquiere una fuerza positiva de vida inteligente y personal. Toda esencia, dentro de nuestro universo, ha sido estructurada por las acciones del hombre. Porque, aún el sonido que emana del golpeteo de un palo sobre una piedra, posee significado y ocupa un merecido lugar dentro del cosmos. Incluso las palabras que salen de la boca del hombre son capaces de crear fuerzas de vida angelical y metafísica. Estas mismas fuerzas se convierten en vehículos que integran el cosmos y, a su vez, hacen conexión con las almas de los grandes hombres justos del pasado. A través de esta interconexión, las formas de vida de inteligencia-energía, sirven como proveedoras de inteligencias cósmicas. Ellas asisten al creador de estas fuerzas —el hombre—, el cual se ha convertido en vehículo portador de estas inteligencias cósmicas".
La mente consciente es un microsistema, parte de un sistema macrocósmico mayor. Una realidad unificada que todo lo abarca, a la cual puede conectarse cada uno de nosotros. Esta realidad universal consiste, en su totalidad, de pensamiento-información y de formas-inteligencias-de vida. Esta idea ha sido repetida por el físico John Wheeler, quien dijo: "La belleza de las leyes de la física reside en su maravillosa sencillez". ¿Cuál es la maquinaria matemática última detrás de todo esto? Seguramente, sería la más bella de todas".
Einstein expresó un sentimiento semejante cuando declaró: "Todos estos esfuerzos se basan en la creencia de que la existencia debe poseer una estructura completamente armoniosa. Hoy, aún menos que antes, debemos permitirnos ser alejados de esta maravillosa creencia".5 Todo científico importante se inspira en la belleza del mundo natural que busca comprender. En un principio comencé por afirmar que la Cabalá ofrece un camino delineado en la búsqueda de respuestas para nuestras preguntas científicas de hace mucho tiempo. A diferencia de la ciencia que se ocupa solamente del "cómo" de las cosas, la Cabalá se preocupa del "por qué".
Estoy profundamente convencido de que solamente si comprendemos los factores y leyes naturales de nuestro universo desde su raíz, podremos comenzar a entender su significado. Cualquiera que sea el camino que tomemos, nuestro destino se verá ligado a las fuerzas internas de los cuerpos extraterrestres. Por lo tanto, es esencial que regresemos a la fuente de estas energías inteligentes. A través de las conexiones cósmicas metafísicas se manifiestan revelaciones de cualquier tipo. La parte inconsciente o interna del hombre, al hacer conexión con la realidad cósmica, actúa como un canal para la revelación de la realidad.
A pesar de todo el interés y los esfuerzos de investigación de la comunidad científica dirigidos hacia el cosmos, la ciencia aún está a años luz de apreciar el papel de la conexión humana entre los cielos y la tierra. Por otro lado, la perspectiva cabalística nos proporciona otro planteamiento para la iluminación de la obscuridad cósmica. Las entidades centrales de la fuerza vital de los universos fueron creadas a través de las energías inteligentes que han llegado a ser simbolizadas por las letras del Alef Bet hebreo. Los elementos —el fuego, el agua y el aire— nacen por virtud de la manifestación de estas letras-energía. A través de estas veintidós entidades vivientes podemos, por fin, contemplar la luz que se encuentra al final del túnel cósmico. El patriarca Abraham, el primer astrólogo del mundo, fue iniciado en los misterios de la especulación cosmológica. A él se le enseñó el método de las permutaciones y de las combinaciones de las letras, así como el misticismo de los números. Con el correr del tiempo, varios comentaristas han expuesto una disciplina particular conocida como la "ciencia de la combinación de las letras", la cual es la guía metódica hacia el control de las fuerzas internas de nuestro universo con la ayuda de las letras y sus configuraciones. Para el cabalista, el lenguaje divino es la substancia misma de la realidad. Las letras de este vocabulario espiritual son los elementos de los niveles fundamentales y profundos de la inteligencia y del entendimiento. Con la ayuda de las letras, junto con una meditación metódica, se alcanzan nuevos estados de conciencia. La contemplación de las letras conduce a la conciencia de la unidad y a la relación mutua entre todas las cosas y eventos.
Así, el Alef Bet proporciona una experiencia directa de todos los fenómenos en el mundo como manifestaciones entrelazadas de la unidad cósmica única que todo lo abarca. El Alef Bet hebreo, según el patriarca Abraham, es el enlace cósmico. Con el renacimiento de esta sabiduría antigua, la búsqueda de la fuerza unificadora de nuestro cosmos podrá, finalmente, concluirse.
Rabino Dr Philip S Berg (Extracto de la Obra: Cabalá)
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